dijous, 30 d’abril del 2015

Y15W18: Houellebecq: Sumisión

Pequeña polémica la organizada en tanto a la propuesta coral que tenemos sobre la mesa. Sabéis, la de rendir un pequeño homenaje, ahora que aún está vivo, al gordo Casciari. Curioso que yo me incline, en un ejercicio no exento de vagancia, por que el evento no tenga ningún tipo de orden, y curioso que haya quien me presione para lo contrario. Es decir, para que ejerza alguna especie de regulación. La cosa me choca: creía que este era el lugar idóneo para que la gente (con la consabida limitación de la libertad de los demás y blablabla) actuara con total libertad, pero me veo sorprendido por cierta tendencia a la sumisión.

Sumisión

Comprenderéis que, para mí y para un blog como este, la publicación de una novela de Michel Houellebecq constituya un acontecimiento de primer orden, jerga completamente estereotipada pero que describe de forma sublime la sensación. Más todavía, si, como es el caso, la novela irrumpe de forma estrepitosa en la vida de la adormecida sociedad occidental que Houellebecq siempre ha disfrutado tanto perturbando, desde su primera novela, y que con Sumisión sacude con fervor. Quede claro que en mi reseña de anteayer en UnLibroAlDía ya abordé con sumo placer muchas de las cuestiones que la novela plantea, pero que, visto como sus efectos perduran, he entrado en una pequeña espiral de interés por comprobar cuán dispares son las opiniones que suscita, incluso me he planteado volver a leerla, pero leer dos veces una novela en el curso de cinco días es una exageración y, posiblemente, una distorsión del sentido común. Así que, tanto remarcando mis sensaciones ya publicadas, como apoyándome en algunas opiniones posteriores, creo que estas líneas pueden aportar algo. De hecho, me gustaría haberme extendido como hacen muchos, pero llega un punto en el que uno pierde el mundo de vista.

Parece que mostrar entusiasmo por esta novela signifique alinearse con muchas cosas éticamente reprobables. Parece que considerarla una excelente lectura, absolutamente necesaria para empezar a comprender el panorama de gran parte de la civilización occidental (aquella que tiene cuna milenaria en la vieja Europa) represente alinearse con corrientes ideológicas cercanas a xenofobia, intolerancia, sabéis, esas cosas tan propias de gente reaccionaria y conservadora, ergo, tan inesperadas aquí. La cuestión es que el planteamiento de Houellebecq en Sumisión no es provocar la ira de los islamistas (cosa que ya hizo en otras novelas, como la excelsa Plataforma), sino mostrar su asco por los partidos políticos que han gobernado su país en las últimas décadas, poniéndolos en la picota y haciendo muy creíble la premisa de que, con tal de mantener alguna cuota de poder, entregarán a sus votantes a quien haga falta. Simplemente esa primera sensación ya es completamente universal, ya convierte a la novela en un lienzo sobre el que cada lector puede encontrar un reflejo de su mundo particular. Pero la soledad de Francois, una soledad que atraviesa fases y circunstancias críticas, casi grotescas, es Houellebecq en estado puro. François es uno de sus personajes, pero, curiosamente, cuando Houellebecq ha mostrado (aunque en su rueda de prensa de esta semana para presentar el libro en Barcelona lo hemos visto más adecentado) un aspecto más desaliñado y decadente, François parece ser un hombre algo más joven, más atractivo para las mujeres, y con ese indudable halo de atractivo que para ciertos círculos representa un cierto nivel de intelectualidad. A pesar de lo cual, parece incapaz de manifestar sentimientos diferentes de la contrariedad o la resignación. Dispuesto a adaptarse a su entorno, su decisión final  parece caer por sí sola.

Ya veo más difícil defender Sumisión desde el punto de vista de la posibilidad total de que sus premisas se cumplan. Uno de los argumentos más usados contra Houellebecq (en esa guisa no buscada de adivino de acontecimientos futuros) ha sido que no contempla una reacción del colectivo femenino. En Sumisión no hay mujeres negándose a abandonar sus puestos de trabajo ni rebeldes que rechazan el uso del velo, ni tan siquiera mujeres que se suban al estrado a plantar cara en serio a Mohammed Ben Abbes, Houellebecq, por este mero hecho, es tildado de misógino. Por sus descriptivas escenas sexuales, más de un crítico puntilloso le ha acusado de limitar la función del género femenino, no solo aquí sino en toda su obra. No sé pronunciarme al respecto. No creo que en la mentalidad de Houellebecq esté construir una novela, como si de una obra policíaca se tratara, donde todo encaje y todo sea coherente y todo sea posible. Creo que, como entregado conocedor de la filosofía, el francés simplemente busca un buen camino por el que hace que se crucen sus fantasmas particulares. En su imperfección, en dejar flecos colgando que acaban haciendo las veces de poderosas opciones para revertir un proceso imparable, Sumisión es la novela que marcará, al menos mientras los ecos de lo de Charlie Hebdo y el espectáculo semanal de ISIS perdure, la primera mitad del año. Otros pueden decir otras cosas: yo no dejo de pensar en esta novela desde el momento que cayó en mis manos.

diumenge, 26 d’abril del 2015

Y15W17: Gordo

Encontrar la primera frase, decía Kapuscinski, era capital. Decía, esa tirará de todo el resto del texto. Vaya con los polacos. Jan Potocki va a ser mi siguiente polaco, por cierto. Pero vayamos a lo que decía Kapuscinski. Sí: la primera frase es importante, da acceso al primer párrafo y, claro, una mala elección (como puede darse con el título, con la imagen de la portada, con la editorial a la que se envían los borradores) dará al traste con mucho de lo que vaya detrás. Y en literatura, o en los blogs, en lo que queráis decir que es esto que estáis leyendo, eso representa que el lector no siga, que no abra más puertas porque no le ha gustado lo que había tras la primera, significa trabajo y tiempo desperdiciado. Porque la ilusión y el ego y el darse patadas en el pecho diciendo ante el espejo qué cojonudo soy no tienen más repercusión, pero el tiempo, dicen, es un tesoro.
Todo ello viene al caso de que, en una incomprensible pero loable cesión a la voluntad popular, he aceptado las sugerencias y (evitando la pretenciosa expresión he decidido) voy a hacerme cargo de sacar adelante algo a lo que le hemos puesto el working title de Los buenos, que en un principio, porque ya sabemos aquí que empezamos hablando de una cosa y nos vamos a demasiadas otras, será una especie de pieza coral (odio la palabra pieza coral, pero quizás no tanto si tiendo a pensar en ciertas películas de Robert Altman, sobre todo las inspiradas en piezas de Raymond Carver) a la que todos contribuiremos de forma rendida y desinteresada, y cuyo leitmotiv (aviso: acaban aquí los cultismos en cursiva) será, porque ese es un lugar común, el asunto de Orsai y, claro, el gordo Casciari. Habrá quien piense que a buenas horas, habrá quien diga que cada uno tomó su camino, habrá opiniones diversas y todas respetables, pero, golpe en la mesa, suave que hay gente durmiendo, dejadme que me imponga un poco, ya sabéis, cederé, seguro.
Y la frase; terrible que sea mi elección por lo que representa en pretensiones, en falta de vergüenza, en pésima catadura moral cuando no soy capaz de desbrozar ni cinco mitos de las grandes obras clásicas, pero me hace ilusión, no ilusión bárbara, más bien una ilusión modesta y adormilada.
La primera frase de Los buenos será esta:

"Hoy voy a ser metaliterario"

Libros: un muy digno contendiente a novela enseña de la literatura colombiana del narcocrimen: Rosario Tijeras, de Jorge Franco. Sorprendido por la convicción del narrador, y por esa habilidad de ciertos autores en ir deslizando piezas de la sociedad que retratan, sin esfuerzo, sin pretextos.
Pobrísimo bagaje del que habría que culpar a los resfriados que cursan con congestión. Pero la súbita y precipitada publicación de Sumisión de Houellebecq parece ir a salvar algún mueble.
Y La ira es energía, autobiografía de John Lydon en 600 páginas: otra de esas cosas por las que te frotas las manos cuando miras los estantes.




diumenge, 19 d’abril del 2015

Y15W16: Galeano

Las luces son crepusculares y la primavera empieza a apoderarse de las ramas por doquier. Yo me travisto de cursi y empiezo con las loas y los panegíricos y a todos se nos pone el corazón en un puño y nos tanteamos los bolsillos de las chaquetas de entretiempo, a la búsqueda del socorrido pañuelo que, indefectiblemente, no está.
Porque Galeano ha muerto y Galeano representa un hito en este blog, en este nada modesto rincón de la virtualidad el ataque y defensa de Galeano representó un antes y después con cotas aún inalcanzadas, y me pasmo de ver que sí, que Horacio tiene razón y fueron 70 comentarios, ay, señores, qué mal van estas cosas para las curas de humildad, escribo para un blog literario de prestigio, nos leen 7000 cada día, somos fijos en el top 10 de influencia, y resulta que esta sola entrada de un blog personal acumula más comentarios que la que más del otro, que son unos 70 e inflamados de chiflados ultracatólicos ensimismados en el engendro del Caballo de Troya. Olvidaos de que aquí habláramos de pamplonas y de otras cosas, olvidaos que la gran polémica la suscitara, granada bajo la mesa, el odio visceral de Quién Pereira, a la sazón compatriota del finado e, igual, no creo, pero a veces la consciencia oprime, primero en postrarse a llorarlo. Olvidaos de que las defensas estaban arremolinadas en torno a Horacio, presidente de la república del comentario desbocado. Iguala eso, quién sea, iguálalo, 70 comentarios. Con sus desvaríos, con sus comprensibles intercambios de argumentos pringados de subjetividad, de personalidad de quien comenta.
Galeano es un icono aquí porque allí estuvimos muchos y estuvimos mucho rato, y más de uno rebeló aspectos de su personalidad de los cuales sospechábamos con fundamento pero ahí esos fundamentos pasaron a cimientos y sobre esos cimientos edificamos esos palacios de verano a los que, gustosos, volveríamos, si todo fuera igual, si el momento pudiese meterse en la nevera para que tarde en congelarse, como una botella de buen limoncello.
Germán dijo:

Respecto a lo que dice Talita sobre la gente que adora a Maradona, a mi me pasa lo mismo con los que usan camisetas del Che, los incondicionales de última hora de la gente que se muere (Soriano, Fontanarrosa, Spinetta, Pappo, Luca Prodan, etc) y me pasa lo mismo con los seguidores de Orsai que hablan del "olor de la revista". No hay nada tan insoportable como la gente que es incondicional a cualquier cosa que no sea a uno mismo


Cómo se echa de menos por aquí ese pertinaz cabreo mezclado con sentido del humor tan propio de Germán. Veo a los que intervinieron en esa pieza única, lo veo algo precipitadamente, he de reconocer, pues me mueve esa angustia propia de los domingos por la tarde, ese querer hacerlo todo antes de que anochezca y entremos en otra espiral de cinco días sacrificados al absurdo juego de la subsistencia, veo a Talita y veo a Karina Ocampo y creo que en ese diálogo multicontinental y multicultural pero monotemático está la esencia de la civilización moderna y seguramente el misterio de por qué no va a haber puñetazos entre nosotros, porque somos capaces de discutir hasta la extenuación y de sacar (al menos yo) conclusiones desproporcionadas por cómo un tipo acaricia la cabeza de su perro mientras lee, de elevarlas a aspectos capitales de la personalidad, y luego relativizarlas porque sí, quizás era el tipo que hizo el montaje del vídeo de marras, a lo mejor fue el tipo que se le había encaprichado un hijo de tener una mascota y prefería eso, prefería la imagen del perro a los pies del sofá que no al perro destrozando a dentelladas cualquier par de zapatos de precio prohibitivo.

No lo sé: Talita mencionó en FB momentos como ese, y yo, que soy de los que abogo siempre por mirar al frente y no vivir a expensas de la nostalgia, que es una carretera de un solo sentido, pensé un poco lo mismo, y pensé, quizás, tal vez, quién sabe, who knows, quizás algún día dés otra vez con la tecla, no desesperes, sigue probando, sube otra vez a rematar el gol que fallaste, sigue leyendo y sigue escribiendo y sigue enviando botellas al mar, porque los barquitos chiquititos (avisé de lo de cursi) que surcan estas aguas, puede que las tomen, las abran, y piensen, mira, sí, hoy, mira, sí, vamos otra vez a empezar.

diumenge, 12 d’abril del 2015

Y15W15: Mea culpa

Todo viene por estas modas por las que me dejo llevar. En serio, no es por escudarme bajo pretextos estrambóticos. Dije que escribiría cada semana para poder cumplirlo y, de hecho, lo estoy haciendo. Lo que no puedo evitar es no disponer de la ingente cantidad de temáticas de tiempos pretéritos (estoy prácticamente en fase letárgica en lo concerniente a cultura visual) y que el ritmo semanal da más a la dispersión y menos a la insistencia en temas determinados. Aparte de esa nauseabunda costumbre que mi falta de tiempo me ha hecho adquirir. Prefiero escribir un post nuevo a enzarzarme en comentarios sobre los ya escritos. Pero esto es un error. Es una estrategia de ensimismamiento y unilateralidad que no puedo permitirme. No son pocos los que me lo están recriminando, pero en algún momento mi reflexión había de llevarme a decidirme en algún sentido.
Este momento se ha dado en algún minuto del día de ayer. 
Concretamente en el intermedio de un partido que el Barça debería haber ganado. Claro, qué momento se da más a la reflexión que esos interminables quince minutos entre las dos partes de estimulantes partidos donde todo parece ir a salir bien. 

Lecturas: decepcionado por la lectura de Esto es agua (que no refleja el talento de DFW, que es un remedo, que es un espejismo o un aparato mercantilista o una mezcla mal combinada de todo ello), debo reconocer que la necesidad de una revisión semanal de mis lecturas me lleva a una curiosa conclusión: olvido algunas de ellas, como olvidaba a veces la película que había visto justo hace dos días, cosa que es muy cruel y muy reveladora y, en el fondo, alarmante síntoma de algo perverso: lo de leer con el piloto automático, sin el estímulo adecuado. No es preocupante: lo achaco a mi férrea disciplina y a la jugosa recompensa que suele esperarme tras una lectura: la posibilidad de solazarme hablando de ella. En todo caso, avisar que me he zampado bastantes novedades últimamente, si novedad puede llamarse a un compendio de artículos de prensa sobre los bombardeos que se intercambiaron la RAF y la Luftwaffe allá por los años 40 (cosa que ha complementado mi relativa decepción por cierto tomo de Sebald), cortesía de los amigos de Libros del Asteroide. Que le ha acompañado, cortesía de Malpaso, un libro extrañísimo, un ensayo sobre máquinas Arcade que escribió (y se arrepintió de hacerlo) Martin Amis, y que me ha dejado un agridulce pero agradable (perdón por la ligera pero elegante aliteración) sabor de boca un corto relato de supervivencia urbana en condiciones extremas, cortesía de Automática Editorial. Que ando de cortesía en cortesía, y que creo que es bueno que no sea demasiado expansivo en esto. Las envidias son muy malas. En todo caso, que, como ya empiezo a autodenominarme crítico y ya empiezo a tener una cierta corte de aduladores, seguramente volátiles, caprichosos, infieles por definición y prestos a darme con la zapatilla al primer desliz, mi opinión más reglada ya la leeréis por ahí, pero aquí puedo eso, compartir sensaciones en modo pre y en modo post, y apuntar que, a pesar de que ese escritor que marque una época y sea proclamado el escritor de la post-crisis, la voz de la generación de la desazón, y tantas y tantas cosas que lastran y aplastan cualquier carrera, a pesar de que ese tipo se resiste a nacer o a revelarse o a hacerse notar, pues cada semana encuentra uno alguna cosilla que echarse al gaznate y sobrevivir a este nefasto mundo de telebasura y decapitaciones semanales, ese mundo que aunque, repito, es nefasto y cruel y nauseabundo, muchos seguimos bastante reticentes a abandonar a su suerte.





diumenge, 5 d’abril del 2015

Y15W14-2: Reacción

La secuencia de hechos refiere, en concreto, al vuelo de Germanwings: 


1. La compañía contrata a cualquiera sin tener demasiado en cuenta sus antecedentes.

2. El copiloto decide suicidarse arrastrando a otros 150 que no compartían dicha decisión, o, en todo caso a los que el copiloto prescindió de consultar.
3.Los tweets de ciertos individuos empiezan a relativizar las muertes de los accidentados, aludiendo a entrañables y cariñosas condiciones que pueden resumirse en breves frases:

Los catalanes debemos morir porque no queremos aceptar el estado español como propio.
Los catalanes no podemos ser considerados personas.
Los catalanes, sea cual sea la ideología, no merecen que su muerte sea lamentada en modo alguno.

Etc. Un largo y variado etc., por cierto.

4. Se pone en marcha un mecanismo de denuncia de estos tweets por la consabida retahíla de motivos tendentes al victimismo: incitación al odio, esas cosas.
5. El estado español reacciona deteniendo al autor de uno de los Tweets. No menciono su nombre ni el contenido del Tweet. Coincideréis conmigo en que la indiferencia ante estos tipos es lo más aconsejable.

Con lo cual estoy en total desacuerdo. Bueno: por algo he cambiado una de las frases en mi perfil de Twitter, y ahora pone: siempre en contra del estado español.


Detener a un tipo por un Tweet es injusto. Es como detener a un tipo porque, ebrio, dice que va a matar a alguien. No es que Twitter sea una borrachera. Es que la expresión de una opinión puede que sea no solo inofensiva sino francamente saludable. Hablar es diferente que hacer. Y al tipo que detuvieron no le va a pasar nada malo. Vamos. Como mucho se expondrá a una miradita condescendiente del agente que lo detenga, o de algún mando de medio pelo de la comisaría, acompañada de un comentario estilo "tenemos que hacer esto" o "es que te has pasado, esto aunque muchos lo pensemos no se puede decir" y, cosa que me parece improbable, a ser reprendido por un juez que le imponga una sanción mínima que, en caso de ser económica, va a ser sobradamente recaudada por todos aquellos adalides que, con idéntica opinión a la suya, le consideren una víctima de una especie de perverso sistema de compensaciones. Saldrá como un mártir en vida, sino como un símbolo de los que, en aras de la defensa de unos valores putrefactos, se ha desorientado y ha pasado la raya.

Porque personas como el tipo éste las hay a miles, y me quedo corto. Usarán los términos con mayor contención, sugerirán lo que este mamarracho ha proclamado, dispondrán, para sus comentarios, del receptáculo de 20 followers o de los millones de seguidores de un programa de televisión en prime-time, lo harán con más sentido de la mesura o amparándose en el teórico anonimato, pero compartirán la línea editorial: la obcecación en la condición monolítica del estado español y la obsesiva negación de cualquier matiz, de cualquier grieta que pueda ponerla en duda. Por tanto: una represión inmisericorde de cualquier esbozo de movimiento en sentido contrario.
Yo no quiero que colgar un Tweet o expresar una opinión pueda acarrear a quien la expresa pasar ni un solo minuto entre barrotes, compartiendo techo con violadores o asesinos. No quiero que, llegado el caso, si yo, es una hipótesis, yo les dijera a los de la milicia somalí, por ejemplo, que dejen en paz a estudiantes universitarios que a nadie hacen daño, y que elijan sus víctimas, entre, no sé, cualquiera de los miembros del actual gabinete encabezado por Rajoy. No me gustaría que, si yo sugiriera que tal cosa me iba a alegrar sobremanera, me expusiera a que algún miembro uniformado de las fuerzas de seguridad viniera a llamar a mi puerta. Eso sí, si vienen a horas decentes, que insistan. No solemos abrir la puerta a extraños.


dijous, 2 d’abril del 2015

Y15W14: Lenguaje

Verbalizar los pensamientos: no sé si acabamos de darnos cuenta de cómo lo hacemos desde que empezamos a incorporar el lenguaje a nuestro día a día. En ese diálogo interior seguro que no dudamos ni balbuceamos, seguro que no hacemos borrones ni cometemos faltas de ortografía, seguro que desplegamos nuestro monólogo interior con toda nuestra capacidad de seguridad y contundencia, quizás hasta lo despojemos de cualquier conato de convicción pues no hay a quien persuadir. Puede que los que de vez en cuando escribimos tengamos algún leve trazo distintivo: muchas veces nuestro monólogo interior muta, en algún momento, en una especie de borrador efimero y atropellado que, en algún momento, con suerte, con tiempo, con memoria, con orden, acabe en forma de palabras, de tinta real o virtual, negro sobre blanco como puntualizan con firmeza aquellos con cierta tendencia a la pedantería.
Puede entonces que cierta brillantez literaria responda a esos parámetros, obedezca a cierta capacidad de traspasar fluidez de pensamiento a fluidez escrita sin pérdida de contenido, sin edición ni ápice de erosión más que el lógico reordenamiento de aquello que sale atropellado y hay que dotar de una coherencia. Seguramente algunos de nuestros escritores favoritos hayan usado ese recurso: apuesto por aquellos acusados con más frecuencia de mostrarse incontinentes. Pero no hay que descartar que aquellos más espartanos, aquellos de prosa más concisa, sean lo que puede parecernos, usando un símil que casi me repele conforme lo escribo, escultores que sacan la escultura del pensamiento que hay dentro del bloque monolítico de la verborrea, o de la palabrería.
Da la casualidad que todas esas opciones cuentan con su público, y que esas opciones y esos públicos no son excluyentes entre sí. Tan capaces somos de reconocer buena literatura tras una como tras la otra. Puede que haya días que nos mostremos más proclives a las florituras, a recrearnos en dar vuelta a un concepto y otros, mundo moderno y prisas que apremian, necesitemos ser asaeteados a frases certeras, cortas, directas, a contenidos sin relleno, todo sentimiento, cero superficie.
Segueix a @francescbon