divendres, 21 de setembre del 2012

UNA CHARLA INFORMAL

- Este no puede tardar muchos días en aparecer. Paso de llamarlo para insistirle. Se pone muy pesado.
- Yo también.
- Además me falta tiempo, no sé qué me pasa últimamente que no paro.
- Ya.
- Las mujeres. Me agobian mucho últimamente.
- Les debe dar morbo que te parezcas al actor ése.
- No creas. Lo dicen, sí, sobre todo cuando me dejo el pelo largo, así.
- Así como hoy, ¿no?
- Ehhhh !! ¿Estás insinuando que me lo dejo para follar más?.
- Todo el mundo hace todo para follar más, en el fondo. Lo dice Freud.
- Lo decía.
- Ya. Pues yo llamaría a Jesús no sea que le haya pasado algo. Tanta excitación con lo del policía, a ver si le ha dado un telele. 
- ¡Qué va a darle un telele!. Se está haciendo el interesante.
- O se ha hartado de perder dinero a las cartas.
- Sí; esa sería otra explicación.
- Pues si se va a ir a otra timba a regalarles la pasta, entonces hay que llamarle ya. Qué es eso de irles a regalar a otros lo que nosotros tenemos derecho a desplumarle. Hasta ahí podríamos llegar.

Se miraron pero no llegaron a reír. Puede que alguno se sintiera mal por el comentario.

- Claro. O igual es que ha dejado de jugar, viendo que lo perdía todo. Podrías plantearte esa opción, también.
- No. Ponía esa cara de no poder dejar de jugar jamás. Esa mirada que se concentra cada vez con más desespero. La conozco de cuando mi padre me llevaba a los bares y se ponía a jugar a las tragaperras. Cara de esta es la mía que después era cara de me jodieron otra vez.

Lo cierto es que cambiamos algo las reglas del juego a raíz de sus quejas. Con una sola baraja no nos era difícil, a los que teníamos buena retentiva, ir contando las cartas rojas y negras que quedaban por salir. Así que aceptamos, lo cual encima prolongaba las partidas, usar más de una baraja, dos o tres, y volver a mezclar las cartas cuando la pila estaba como a un tercio de acabarse. No había dios que calculase las opciones entonces, y todo quedaba del azar, que era de lo que se trataba. El azar, dijo uno un día, todo lo equilibra. No recuerdo si paramos de jugar para pensar en esa frase. Os lo juro.

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