diumenge, 9 de setembre del 2012

EL OTRO EXTRANJERO

Ya he hablado muchas veces de demasiadas cosas. Una de ellas será aquello de los libros y los momentos en que decides leerlos. Los daños que ha recibido Don DeLillo por esa cuestión. Y algunos otros.  Mis fracasos en las lecturas en contextos inapropiados son sonados: bueno, dentro de este micromundo pueden serlo. Uno de ellos, que expiaré un día, es Rulfo y Pedro Páramo. Sí: ése será seguro uno de los que quedará resarcido. Sin embargo, no tengo ganas de volver a leer El extranjero de Albert Camus. Tan frío (no solo simbólicamente: aquel día era casi helado) me dejó su lectura, con tan pocas ganas de profundizar en sus significados ocultos y en sus mensajes entre líneas. Simplemente no le hallé valor alguno a esa figura del oficinista gris que se conforma con su destino, por injusto y cruel que éste sea, mientras se acerca hacia él.
Por tanto he de decir que, en cuanto a previsibles tragedias del hombre acechado por la desgracia, prefiero este libro de Joseph Roth, según algunos, el mejor Roth por encima de esos que ganan premios. La rebelión narra la historia de Andreas Pum, casi exactamente el hombre que figura en la portada del libro. Un mutilado de la primera Guerra Mundial que vive de la actividad que le permite una licencia concedida por el estado austríaco: andar con su organillo y tocar piezas para que la gente le dé dinero. Una persona que sabe que su existencia está marcada por esa desgracia pero que acepta su destino y su encaje en la sociedad: diríase que hasta es feliz. Hasta seduce a una joven viuda que valora su escasa capacidad para plantearle problemas. Ese análisis sí lo hago: no me da tanta pereza como el del libro de Camus; Pum sabe que el estado cuida de él en agradecimiento y en resarcimiento de la desgracia acontecida en defensa de la Patria, considera eso justo y se resigna a ello. Pero ese estado le da la espalda de la manera más casual y arbitraria. Un incidente casi casual da con sus huesos en la cárcel y con la pérdida de su licencia y de su precaria pero confortable y rutinaria experiencia. Ese cambio hace que el equilibrio vuele en pedazos. De encontrarlo todo adecuado y ordenado, de estar en el buen lado de la ley, Pum pasa a ponerlo todo en duda. Matrimonio, estado, religión, sentido de la existencia. Pum no es pasivo como el personaje de Camus. Pum reflexiona en primera persona y contempla, real u oníricamente, lo que le acontece. Comprende, aunque sea entre brumas, cuales son los cambios radicales y qué nimiedades los han causado.
Una novela que se devora sin saber muy bien el motivo. Eso sí, a buscar alegrías, a otra parte.

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