divendres, 27 d’abril del 2012

HORAS INTEMPESTIVAS

Houellebecq dice muchas cosas acertadas en sus libros. Muchísimas. Las dice directamente, en el papel de narrador, o las pone en boca de sus personajes. Pero los que le conocemos sabemos, un sexto sentido nos avisa, cuando es su opinión la que trasluce detrás de un diálogo, en un párrafo cualquiera.
Una de las cosas que dijo, no me preguntéis en cual de sus libros (todos magníficos): sólo el 5% de los oficios de este mundo aportan algo: la gente que crea cosas. La gente que inventa, la que hace que un trozo de metal acabe siendo una cuchara, o un trozo de madera una silla. La gente que acaba consiguiendo que un cacharro vuele o sirva para fabricar en serie barquillos para los helados. Quien lo concibe, lo diseña, lo fabrica, lo acaba. Ese 5%,estima Houellebecq, es quien realmente hace funcionar el mundo, lo hace progresar. Supongo, en su contexto, que querrá decir que el 95% de la gente restante solo interviene en procesos que no tienen que ver con la concepción. Comercializadores, distribuidores, almacenistas, comisionistas. Representantes, contables, estrategas, analistas, gestores, funcionarios, administrativos. Políticos, religiosos, financieros. 

En Margin call hay una escena donde un brillante analista de valores aclara sobre la carrera que estudió y su tesis doctoral: ingeniería aeronaútica. Sus superiores se muestran sorprendidos y aclara que está allí por la cuestión económica. Ese diálogo puede ser un nudo excéntrico de la película: la cruda realidad de que la avaricia va por delante del talento en esa realidad del 2008 que se muestra.
Luego hay otra escena donde otro analista de riesgos recién despedido habla de como construyó un puente, pues también era ingeniero, y como ese puente ahorró a la gente días y días de su vida metidos en  un coche.
Por contra, sus superiores, los que contemplan admirados a los ingenieros referirse a esas ocupaciones, peor retribuidas, les advierten, cuando piden explicaciones, que necesitan sencillez, que les hablen como niños. Que fuera tecnicismos y palabrería. Justo los tipos que deciden, los tipos que se embolsan millones de dólares. No al año, al mes.
Veía la película y resonaban dos palabras en mi cabeza: Lehman Brothers, Lehman Brothers, Lehman Brothers. Porque, con todas las licencias dramáticas al servicio de la escenificación, uno se imagina que la realidad del 2008 no anduvo muy lejos de toda esa tragedia en actos.

Lehman Brothers, Lehman Brothers, Lehman Brothers.

Espiritualmente emparentada con alguna otra película: Up in the air, y estéticamente, por ejemplo, con Drive. Noche y coche. Edificios vacíos iluminados para que les hagan fotos, para servir de telón de fondo a esos helicópteros que, cual cigüeñas, depositan ejecutivos en las azoteas. Es bueno que suene tan actual?. Sí. Pero no. Pues significa que, cuatro años más tarde, la situación no permite ni tomar esos hechos con la perspectiva de lo superado. La huida hacia adelante, magistral escena final sin actores, con planos de edificios y fondos de llamadas telefónicas. Capitanes abandonando barcos pues ya han pagado (a costa de otros) para que alguien se ahogue por ellos.

Lehman Brothers, Lehman Brothers, Lehman Brothers.

Jeremy Irons comiendo, solo, impasible,en una mesa en un comedor sólo para ejecutivos.
Simon Baker afeitándose en el baño de la empresa, porque para hundir el mundo hay que estar presentable.
Kevin Spacey, que llora por un animal, pues parece que le dan igual las personas.
Demi Moore, que comprende que puede hacer buenos papeles sin exhibir su esplendor físico.

Montoro
En un momento en que algunas de las consecuencias de toda esta situación son carroñeramente aprovechadas por el gobierno español (en la persona de su  repulsivo ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, cuya grotesca voz voy a tener la consideración de ahorraros) para llevar atrás políticas que dan espalda a la sociedad, que dan la espalda a las minorías, a la vez que abrazan y dan palmaditas al dorso de los que, indeleblemente, promovieron e instigaron estas situaciones. Pero da igual.

El banquero de Harry Potter. Separados al nacer??.
Como en las reuniones en Margin call, reuniones en horas intempestivas convocadas a través de las blackberries, la cuestión es emplear el secreto, cueste lo que cueste y evitar las filtraciones.

Ellos le llaman discreción y emplear el efecto sorpresa: los comunes le llamaremos traición, no?.

Gracias, Horacio, (o fue Horoche?) por la buena recomendación. De eso va ésto, de hablar de cosas que nos han gustado y pensamos que a otros puedan gustarles también.

2 comentaris:

  1. Les gustó? A mi me dejó gusto a poco, no sé, capaz no era el mejor momento para mirarla. Tu frase sobre Demi me hizo reír. Y la foto de Montoro y el banquero de Harry Potter... simplemente genial!

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    Respostes
    1. Gracias, Quién !! Me gustó porque para justo cuando se va a organizar la gorda. Como una especie de filmación entre bambalinas.
      Pues si le oyes la voz al Montoro... parece de Los Pitufos. Qué asco tener ministros así !!

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