dimecres, 29 de febrer del 2012

LECCIONES DE PACKAGING

EL PERSONAJE DE LA PELICULA
Queremos ser inmunes a los trucos del marketing, a las argucias que se traman para vendernos las cosas. Seis horas de nuestra vida, de esa ajetreada vida de la que frívolamente nos quejamos, es mucho tiempo, demasiado, y mucho más del que dedicaríamos a una película. Las películas, cuando superan las dos horas y media, ya son más largas de lo admisible. Sólo pensarlo ya nos da pereza, pensamos en que se llenará la vejiga, que las piernas se agarrotarán, que las palomitas nos darán sed, quien fume no sabe cómo va a aguantar tanto rato. Más de dos horas y media de película se lo dejamos a los eruditos, a aquellos que ya saben, casi siempre, lo que piensan decir de la película aunque  se la pasen durmiendo.
Entonces Olivier Assayas tenía como unas 6 horas de metraje de Carlos, y no veía escenas sobrantes: todo tenía sentido y no sabría de qué prescindir. Hasta una escena de dos minutos, con Carlos durmiendo en el suelo y mostrando la barriga fruto de una temporada de parón en su frenética actividad terrorista, era completamente necesaria para comprender las seis horas en su conjunto.
Tal como funciona la colocación de productos culturales, la decisión no pudo ser más sencilla. Convirtamos una inacabable película de seis horas, terror de salas de cine que sólo podrían facturar una entrada por tarde, en una asequible mini serie en tres capítulos, que una cadena puede emitir tranquilamente en una tour de force de dos o tres días, incluso, aprovechando que Carlos sigue vivo, encarcelado en Francia a perpetuidad, se puede incluir un debate sobre el personaje y el mito que lo ha acabado rodeando.
Y vendido (bueno, regalado) de esta manera es como degusto Carlos. Con lo cual, mediado el último de los tres episodios en que se ha dividido para su consumo más asequible, debo animar a todos a ver este poco convencional producto europeo. Que seguro que ha provocado más de un dolor de cabeza: Carlos despide, como personaje, un poder de seducción que pudo generar reacciones; parece que no haya nada más cool que ser un terrorista en esa Europa de los 70 (o como él dice, un revolucionario) que mata y folla, mata y folla. Cualquier revolucionaria de buen ver que se pone a tiro pasa por el catre: son como groupies que van directas a por el solista. En medio, las operaciones que se van ejecutando. Secuestros de cumbres de ministros. Matanzas de agentes de policía en pisos. Bombas en restaurantes. Intentos de asesinatos de empresarios. Todo es cierto y todo ocurrió. El propio Carlos, o alguien sumamente informado, mantiene un blog : ilichramirez.blogspot.com, donde se describe con suma precisión la mayoría de los hechos que suceden en la serie. Donde se proclama a los cuatro vientos el espíritu revolucionario con el que justificaban sus acciones.
EL AUTENTICO
Terroristas con traje y corbata, o con abrigos de piel de solapa ancha, con pantalones pata de elefante. Revolucionarias ligeras de cascos y de gatillo. Una fotografía gris y centroeuropea. Una progresión (la misma que va de su salto de cama en cama a lo que parece un enamoramiento) donde Carlos pasa de ser un activista, un mercenario, a ser un pensador, un ideólogo de la causa, de sentarse en sofás destartalados de pisos francos de los que en cualquier momento hay que salir corriendo, a cómodas butacas en despachos ocultos bajo siglas crípticas: los servicios secretos de naciones del bloque anti-imperialista, locos por conseguir no sólo su servicio, también la pátina de glamour que allá por los 70 parecía acarrear ser el enemigo público número 1. No un árabe desencajado y con cara de chalado. Todo un señor capaz de hacerse el nudo de la corbata y peinarse para mirar a la cámara. Gran serie.

Web de RDL : Entrevista de Kiko Amat a ¡Pelea!. Extracto :

¿Qué opináis del 15-M y la primavera caliente de 2011? (Marçal): Me acabo de terminar de leer un libro en el que se hablaba de un término muy chulo: la Violencia Divina. Walter Benjamin describió así la violencia con la que se utilizó la guillotina en la Revolución Francesa. Algo de esa violencia es lo que desató lo ocurrido en Londres, el asesinato de Gaddafi a pedradas y lo acaecido en las barriadas de París en 2007... Lo bárbaro puede que asuste de buenas a primeras, pero es mucho mas “útil” y drástico que las asambleas ciudadanas. 



dimarts, 28 de febrer del 2012

EPITETO EPICO

Sábado mediodía, con mi familia, en una frankfurtería frente al Cine Coliseum, Gran Vía de Barcelona.

Un tipo, que parece ser el encargado del local habla con el que está sentado en la barra. Sobre el personal del local, los turnos, los empleados que harán falta para el turno de tarde, sobre llamar a otro de los locales de la cadena si hace falta alguien más.
El otro tipo parece ser una especie de responsable itinerante de la cadena de bares, dedicado a la anodina tarea de controlarlos el fin se semana. Apunta todo con un bolígrafo en una pequeña libretita, pide que le sirvan una Coca Cola y un café, que luego abonará con una tarjeta con su fotografía, que parece de uso interno.

El que obedece : Ayer por la noche esto estaba lleno de gente.
El que manda : Y eso?
E.Q.O. : Había unas colas enormes ahí delante (señala el Cine Coliseum, donde uno de los clásicos letreros muestra descomunal el nombre del grupo, Manel, y yo especulo si con algunas de esas mismas letras hace días escribieron Mag Lari, o, hace meses, Isabel Pantoja).
E.Q.M. : (Se gira). Ah, Manel !. Los del ukelele.

A pesar de lo cual decido que seguiré escribiendo.

Uno tiene últimamente la sensación de que todo sale a remolque y no sé dónde está la locomotora. Que me gustan libros porque oigo hablar de ellos, como sobre los discos y las series y las películas. Que hasta esa ensalada que tanto me gusta prepararme, con rúcula, paté de foie en láminas, queso parmesano y jarabe de balsámico, es una mera evolución de algo que me gustó mucho, pero que no parte de mi creación ni de mi iniciativa. Que otros recorren salas de conciertos, librerías de viejo donde obtienen libros casi tirados de precio, muchos de ellos pasan desapercibidos, pero en uno encuentran una joya, de un escritor que casi nadie conoce, publicado por una pequeña editorial que cerró tras liquidar sus stocks a precios de risa. 6Q me sugiere que vea una película japonesa, Confessions, y me sonrojo viendo como 6Q es capaz de mostrar interés por el cine japonés y yo aún estoy esperando el momento propicio para superar los cinco minutos de la primera vez que lo intenté con Melancholia. Tras ver varias películas justo en la época en que salen en las quinielas de los grandes certámenes.

A pesar de lo cual decido que seguiré escribiendo.

Y qué decir de otras webs y otros blogs. De su despliegue gráfico y su número de visitas y de seguidores. De su amplitud de miras y lo interesante de sus contenidos. La mayor parte de ellas desarrolladas prácticamente por una sola persona. Yo, que me puse contento el día que intercalé la primera foto o el primer vídeo, y que aún (habré de pedirle ayuda al bueno de John Self) no sé incluir un track de audio, condenando a la audiencia a quedarse embobada delante de un plano fijo en Youtube para ilustrar una canción. Blogs de gente que crea. Con interesantes relatos cortos. Blogs de gente que recomienda. Pero que siempre me da la impresión que me llevan ventaja. Como arqueólogos buscando en un terreno. Ellos se presentan con trozos de vasija, yo con un pedrusco al que le intuyo una forma. Con sus enlaces a webs de publicaciones, de editoriales, de sellos discográficos, de librerías. Con la ventanita de Twitter actualizando, que no he de ser tan onanista, que si a mí no me gusta Twitter,  a otros puede que sí.

A pesar de lo cual decido que seguiré escribiendo.

Encima me dan ganas de quitar la imagen del libro de Bellow del post de ayer. Que me ha aburrido de lo lindo un libro de un escritor, parece, tan ilustre. Pues antes de la página 70, o sea, pasada la mitad, me invadió, casi ahogándome, la profunda sensación de lo poco que me interesaba la historia de esos multimillonarios comprando mansiones, por capricho, a otros multimillonarios, y ese amor de largo recorrido, que no comprendía, pues, por encima de todo, veía una falta de pasión y una falta de credibilidad que me dijo: Francesc, ya has perdido la primera media hora, no pierdas la siguiente. Qué aburrimiento y qué confusión. Vuelvo corriendo a Franzen. Tan buenos son los libros que no se impacientan al esperarte.

A pesar de lo cual decido que seguiré escribiendo.

En la web de RDL (hecho que corrobora mi complejo de coche-escoba) hablan de una edición en cinta de Cassette de versiones de Daniel Johnston. Presentada junto a un cuaderno con sus dibujos, junto a un estuche de lápices de colores para pintarlos. Despues de lo de anteayer, me da por pensar que por qué hay ahora ésto con Johnston. Si es que la evolución de su enfermedad ha ido a peor y su vida está a punto de llegar a su fín. Si yo soy el anticristo y lo sé antes que nadie.

A pesar de lo cual decido que seguiré escribiendo.

Después de dejar en el blog, otra vez, de John Self, un sentido acto de contricción (mencionando a los Manel) sobre mi escasa sensibilidad hacia la oleada de cantautores en catalán de los 60-70, decido establecer una compensación cuando mi hijo me pide una poesía en catalán, que pueda aprenderse para el colegio, y le propongo las dos primeras estrofas de Abril 74, canción de Lluís Llach.

Companys si sabeu on dorm la lluna blanca
digueu-li que la vull
però no puc anar a estimar-la.
Que encara hi ha combat.
Companys si coneixeu el cau de la sirena
allà enmig de la mar
jo l'aniria a veure.
Però encara hi ha combat.

Compañeros si sabéis dónde duerme la luna blanca
decidle que la quiero
pero no puedo ir a amarla.
Porque aún hay combate.
Compañeros si conocéis el refugio de la sirena
allí en medio del mar
yo acudiría a verla.
Pero aún hay combate.

A pesar de lo cual decido que seguiré escribiendo.

Después de más de 35 años de carrera dedicados a la electrónica y a la innovación sonora Kraftwerk publican por sorpresa The campfire tapes, justo voces y guitarra acústica. Prácticamente sin información adicional, las crípticas notas interiores del disco parecen hablar de búsqueda de paz interior y renuncia a los desbocados avances tecnológicos. La voz algo avejentada de Florian Schneider canta, en alemán, palabras que suenan a petición de perdón. Cuesta conocerla sin tratamiento sonoro. Pero ahí están.




dilluns, 27 de febrer del 2012

APEADEROS

Mentalmente estoy en el gran trayecto que requiere un libro como Las correcciones. Que no sólo es un trayecto prolongado en lo que se refiere a su volumen de páginas. También es denso en su escritura. Franzen no es como Wolfe, minucioso en la descripción hasta componer una fotografía hablada. Pero no desperdicia palabras si esa concisión favorece que el lector manufacture su propia composición. Hay libros para leer cien páginas al día, hay libros que requieren que no hagas más hasta que no acabes el libro. No diría que son los libros que me gustan; esos en los que sólo el sentido común te impide irte a las últimas páginas a averiguar qué coño pasa. Como las obras maestras de Robertson Davies, Franzen tiene su ritmo de degustación adecuado. No hay que precipitarse, y no hay motivo para acelerar en ese camino que parece llevar a Chip por el mal camino en su relación intolerada con Melissa. Insisto: estoy en un tren de largo recorrido y a veces hay paradas más prolongadas. No hay contratos de exclusividad ni plazos draconianos que cumplir. Puedo parar en apeaderos, bajar a estirar las piernas, sentarme a degustar algún manjar local. Mirar desde el andén que ofrece el paisaje. Imaginar a los locales.
Parece que las pequeñas novelas de no más allá de 150 páginas sean el complemento perfecto. Recorrer estantes de tiendas o bibliotecas, con ese cuello inclinado propio de personas que divagan a la búsqueda de un  amor fou, de un lomo estrechito y un nombre que nos suene vagamente, lo suficiente para extraerlo y ver si portada y título y solapa constatan el flechazo. Si esas dos horas, dos meras siestas a las que renunciaremos, dos veces menos que oiremos cierto disco o dos capítulos que atrasaremos de esa serie que voy viendo de tanto en tanto, parece que vayan a merecer la pena.
Gerard tiene ya diez años. El pequeño campo de fútbol improvisado en un parque es el sitio idóneo para escapar de corsés tácticos de entrenadores que ubican a los jugadores según las necesidades del equipo. Para dejar aflorar la comprensiva acracia que algún lejano día gobernó a quienes crearon el fútbol. Todos a por la pelota y hacia la portería contraria. No cierres, no descargas, no guardar posiciones. La edad de mi hijo es cómoda. Me siento en el parque, sólo necesito una línea visual y estar preparado cuando viene a reponer líquidos. Sólo me alertaría el silencio. 
Leo y leo, pues, esos libros de los que rara vez esperas gran cosa. Le ha tocado el turno a La verdadera, novela de Saul Bellow, escritor que oigo nombrar, no con el tesón y el entusiasmo de otros, sino con esa frecuencia que acaba calando. Leo que falleció en el 2005, que era judío estadounidense aunque nacido en Canadá, y que le dieron el Nobel en los años 70. Siento curiosidad y repaso listas de los Nobel. Coincido con nombres que tienen cierta presencia en mis lecturas reales o pretencidas de los últimos tiempos : Sartre, Camus, Coetzee, Oé, Böll. Morrison, Steinbeck, Faulkner. Vuelvo a ponerme de mala leche viendo a Cela.


diumenge, 26 de febrer del 2012

ANTES Y DESPUES

En cierto post de hace unos meses debí hablar de Daniel Johnston. No me hagáis mirarlo, quien sienta curiosidad que mire las etiquetas y pinche. Mi opinión no habrá cambiado desde entonces. Creo que la propaganda que le otorgó la famosa camiseta de Kurt Cobain no hizo más que levantar una especie de hype, y ya sabemos del gusto de ciertos colectivos a encontrar bichos raros a los que elevar a los altares, tanto más altos cuanto más incomprensible sea esta elevación para otros muchos. La película Devil and Daniel Johnston mostraba la evolución de su enfermedad mental: mereció elogios sin fín hasta el punto que el colectivo psiquiátrico la tomó como una especie de ejemplo de presentación sobre el devenir de un proceso de esquizofrenia. Con lo cual el que aquí os escribe quedará como un auténtico desalmado si declara que cree desproporcionado el hecho de que esta circunstancia haga de la música de Daniel Johnston un objeto de culto alternativo: para mí sigue siendo simple, insustancial, algo cacofónica, en el mal sentido. Pero no debería emplear este espacio en algo negativo. Será por malos artistas en el planeta. Puestos a hablar de malos cantantes y mediocres escritores y pésimos actores el contador de 2666 entradas se quedaría corto. Lo que me trae aquí es tener muy presente cierto comentario en la web de Orsai; que le agradecían a los USA dos cosas preferentemente : la Coca Cola y el canal HBO. Somos de esa extraña manera por la que nos impactan ciertas cosas, aparentes tonterías, sencillas pero directas. Son los estribillos de la literatura. Pero los párrafos largos nos limitamos a evocarlos con vaguedades. No hablaré de la HBO, porque requeriría horas y horas: sólo la sensación cuando entra la música que finaliza cada capítulo de The Wire daría para una tesis doctoral. Pero sí de la Coca Cola. 
Esto es lo que le han hecho a Daniel Johnston varios lustros de consumo compulsivo de Coca Cola. Tenía infinidad de fotos para elegir que mostraran su deterioro. Fotos dormido, fotos sucio, fotos apoyando una guitarra que cada vez se ve más pequeña sobre una barriga que cada vez se ve más grande. Barriga conseguida en el uso de su libre albedrío como mayor de edad o con la tolerancia de sus padres: esos padres ultracatólicos que aparecen en el documental. 6Q baja peso sin límite en su blog y el pobre Daniel Johnston se precipita a que un día su corazón reviente antes que ceder ante la Coca Cola light.
Busqué en un par de comercios el Fernet Branca que los argentinos veneran para mezclarlo con Coca Cola. Mezcla que yo haría (a diferencia de los cuba-libres en la película de Coronado) en proporciones tolerables con mi bajo, bajísimo (aspecto muy rentable) nivel de tolerancia al alcohol. 15 euros la botella me va a costar saber qué les atrae tanto de ese brebaje. Puede que sea como absenta que amplíe mi espectro creativo. Hay que probarlo. Es una mezquina maniobra comercial. Es algo éticamente reprobable en un mundo podrido hasta los cimientos. Beber para caer simpático, o para obtener comentarios que eleven mi ego un domingo por la tarde. 
Gran frase de Ronny : recuerdos que sirven para alimentar tardes de domingo. 
Gran obra de Casciari : se larga de la clase y deja que los alumnos creen en la pizarra. 
Gran frase de Shaun Ryder, vaya a saber bajo los efectos de qué :

Son, I'm thirty, I only went with your mother 'cos she's dirty.
(Hijo, tengo treinta, sólo me fui con tu madre porque era una guarra).

Y dicen las Labelle. Yipi yipi aya yeye.

MALA UVA NEGRA

Francesc : mira que llegas a ser toca-cojones, aunque esté mal la palabra para según que temperamentos sensibles. Tus guiños francófilos habían sido meras menciones esporádicas : que si Air, que si Houellebecq, que si aquella lejana reseña sobre aquella gran película : Un profeta (o no??). Y escoges el momento en que la sensibilidad patriótica ibérica se muestra más ofendida y pusilánime para soltar tus desvaríos y provocaciones. Pero cómo te da ahora por lanzarte a devorar una mini-serie francesa en versión subtitulada, cómo si tus avanzados 47 años no fuesen ya demasiados para revisar ese acento que siempre te ha puesto nervioso, como si ahora fueses a declarar que te fascina.
Carlos es de esas series que uno no acaba de asimilar mucho si merecen ser homologadas como tales. De hecho, es más bién una película extensa, como de unas cinco horas, que ha sido separada en piezas para que su consumo y digestión no requieran un esfuerzo algo inasequible. Carlos es el sobrenombre que tomó un terrorista de extrema izquierda en la Europa de los primeros setenta. Una Europa que ha quedado atrás, eclipsada por algo que no sabemos mucho los europeos que acabará siendo. Terrorismo a la vieja usanza. Cuatro tíos, una terraza, una bolsa, sacan el bazooka, le meten un proyectil, bombazo al avión, llamada desde la cabina, somos los malos, reivindicamos, viva la revolución. Fascinante, extraña y algo alienante, está claro que no todo era tan cool como ese extraño y determinado (por su determinación) tipo, de cama en cama de bellas señoritas fascinadas por su aplomo y por la lucha de clases. Que esas matanzas, esa ligereza con la que el tío se pasa por los pisos francos, coge su arma o su bomba, y la mete por la primera puerta de enemigos de la causa que encuentra, no debe engañarnos. Murieron inocentes. A docenas. Que hayan pasado décadas suficientes como para hacernos parecer eso lejano, lejano en el horizonte hasta despertarnos cierta insana nostalgia y cierto engañoso romanticismo,  más en estos tiempos donde unos pocos, cada vez más, empezamos a temernos que las cosas sólo se arreglarán llevándose a unos cuantos por delante, es sólo una demostración algo abyecta de las trampas de la memoria. Fue en 1992 cuando tuve que salir de mi infantil error y caer en la cuenta que era la del terrorista, y no la algo parecida del multiyonki Shaun Ryder, la cara que, warholizada, decoraba la portada del disco de su proyecto Black Grape, una vez pulverizados los Happy Mondays. El primer grupo que tenía un miembro que solo bailaba. Entrañables colgados.
En un día en que, por cierto, ha empezado a percibirse un profundo olor de que el asunto Urdangarín va a  empezar a arreglarse como sea. Leed la proclama de Kiko Amat en su web : http://www.kikoamat.com/web/2012/02/2094/. Fascinante.


divendres, 24 de febrer del 2012

BETA TESTER


2016

La humanidad no consigue superar un período que se prolonga casi una década. Tras varios intentos, todos ellos fracasados, de que sucesivos cambios de todo tipo pongan remedio, las multitudes han tomado las calles y se toma la última determinación posible. 
El destino de la humanidad será regido por una enorme red de ordenadores, con puntos de decisión descentralizados para evitar su colapso. Que serán gobernados por un gran programa donde se habránn introducido todos los datos recogidos a lo largo de la historia. Este sistema tomará todas las decisiones. Los programadores de las máquinas habrán obrado según instrucciones votadas universalmente, de una manera prácticamente constante. No habrá propiedad privada, una vez este programa ha determinado que hay recursos para todos, y que estos pueden ser repartidos equitativamente. Los datos introducidos disponen de todas las variables, incluido el azar y la posibilidad de errores. Más ciertos correctores lógicos. El factor genético será respetado siempre que no exista riesgo racional (que se calcula matemáticamente) de que ello es perjudicial. Aunque prevalecerá la voluntad de las personas siempre que ésta no afecte al colectivo. La vida pertenece al individuo y puede optar por acabar con ella voluntariamente. Las creencias religiosas son voluntarias, pero se debe informar de ellas para que el sistema las tenga en cuenta. La pena de muerte no existe. Los individuos son libres en su actuación dentro del respeto debido a las leyes introducidas en la máquina, a la que se ha llamado JCN. Evolución lógica, evolución alfabética incluso de HAL e IBM.

JCN significa Justicia Científica Normalizada.

Se inicia la cuenta (ver dedicatorias al pie)

JA, que significa junta de armonización. Fue un organismo transitorio, compuesto por los últimos líderes políticos (la primera consecuencia de que existiera JCN fue la extinción de los políticos) que creó otro, con un carácter más definitivo.
GUA  que significa guardianes unificados de armonía. Era un cuerpo voluntario que velaba físicamente para que se cumpliese con las normas existentes, agrupadas en un único código universal denominado
OLA, que significaba organización de leyes para la armonía. Esta organización había sido generada por NOVA, institución cuyas siglas, nueva orden de vida armónica, revelaban su intención: aglutinar, con el PEP, plan de estabilidad planetaria, todas aquellas leyes que, establecidas por las distintas culturas generaban  un único código universal que pudiera procesarse informáticamente. De esta manera, el libre albedrío de jueces, políticos, empresarios, todo aquello que en el pasado se había venido en denominar líderes, desaparecía, quedando erradicada con ello la arbitrariedad de las decisiones individuales, o tomadas por un grupo de hombres, quedando sustituida por la objetividad del proceso lógico de una máquina que, no sólo procesaba cualquier dato anterior de la historia de la humanidad, sino que,  gracias al RE, registro de existencia, obligado para el acceso de todos a sus derechos básicos comunes vitales, y al RDI, registro de datos individuales, donde los individuos consignaban todos sus hechos de importancia : educación, enfermedades, tendencia sexual (era importante prever la evolución de la población para garantizar el acceso a los recursos), experiencias vitales de impacto (era importante prever el comportamiento derivado de los hechos vitales más trascendentes), aprendía y procesaba de un modo constante, generando leyes acordes con las costumbres y situaciones mayoritarias.


Dedicatorias :

A John Self, por la influencia (que supongo que es lo que él quería, y si no lo quería el cabrón lo está consiguiendo).
A Diego Soto, por la confluencia (pues esto es una demostración de mesianismo monocorde), y para añadir dos nombres a la lista de cinco : Clarke y Gilliam.
A Ronny, por la afluencia (pues seguirme es un suplicio, zigzagueo demasiado).
A Cortázar : 5,2,7,3,6,4,1.
A mi mujer, por no perder tiempo intentando entenderlo todo.
A 6Q, Lydia, y otros porque volverán aquí algún día en el futuro, aunque ellos no lo saben.



dijous, 23 de febrer del 2012

DESORIENTADO EN OCCIDENTE

Procuro informarme un poco de quién es Jonathan Franzen. Sin pasarse, la mitomanía no es lo mío para nada. La entrada en castellano de Wikipedia es sumamente concisa y aporta bien poca cosa. Pocos detalles sobre su vida personal, por cierto, y una bien nutrida relación de galardones obtenidos por su obra literaria. Que me parece sumamente breve. La lista de galardones no, ésa es larga.  La obra por la que la ha obtenido es escasa. Cuatro novelas entre 1988 y 2010, más algún libro de ensayo, y sus colaboraciones con The New Yorker. Como siempre opto por la ficción, veo que sus novelas datan de 1988,1992, 2001 y 2010. Con lo que, una vez dado el salto a la fama, que se produjo por Las correcciones, su siguiente novela ha tardado otros nueve años en acabarse y publicarse.
No diré nada más, pues apenas he leído unas 70 páginas de Las correcciones. Imagino a Franzen, que me recuerda vagamente a un buen actor secundario (William H. Macy, famoso por Fargo o Boogie nights), en una de sus dos residencias, recibiendo insistentes llamadas de su editor, que sobre el 2006 ya debía haberle adelantado una buena pasta, para que le diese ya una fecha o le dejara leer algo de aquello en lo que andaba. Me lo imagino escribiendo a un ritmo inferior a las dos o tres páginas semanales, escribiendo Libertad, al que prácticamente todo el mundo que conozco (o del cual me fío) llama la Gran Novela Americana (o si no se lo llaman, los encendidos elogios fácilmente podrían ser sustituidos por esta expresión). Y avanzaré leyendo Las correcciones, que va primero, y aquí respetaré el orden. Más conociendo mi escasa capacidad de cumplimiento de compromisos de lectura (escasa capacidad que condena un clásico como A sangre fría  a una intranquilizadora espera). Primero he de ver qué va a pasar cuando el enfermo Alfred y la resignada Enid logren reunir a sus tres hijos y cenar con ellos. De paso saldré de dudas como una trama, en apariencia, tan sencilla, conseguirá que HBO monte una serie en torno a ella.
No me es ajena esassensación de avance y progresivo descubrimiento. Me he liado, a través de un común admirador de Orsai, en dar mi opinión sobre una novela de ciencia-ficción que se halla en proceso de construcción. Lo cual es una interesante, aunque chocante, experiencia. Pues si algo sobra en Orsai, es entusiasmo, y yo no debería echar agua al vino. Pero es algo que se produce en las comunidades; la gente muestra tanto su ilusión y su fascinación por cada cosa que pasa, que acaba perdiendo algo la objetividad. Es una euforia colectiva que no es aconsejable, aunque sea grata. Es la borrachera común del viernes noche, y luego el sábado no hay quien dé pie con bola. Diego Soto, así se llama el autor de la novela en embrión, se somete voluntariamente a una evaluación de ésta. La gente da sus opiniones, él avanza. Tiene en cuenta, debería tener en cuenta lo que se le dice o no??. Pues esas intromisiones, aunque las haya solicitado amablemente, puede que alteren el plan inicial que se había trazado. O puede que esas intromisiones sean el plan. No sabría qué aconsejarle. Las novelas ligeramente utópicas, ligeramente esperanzadas de nuevos órdenes mundiales son un peligroso campo de minas, y yo le he pedido, en mi humilde opinión, que se ande con cuidado. 
Como he desarrollado una cierta nueva sensibilidad hacia el cono sur, desde aquí querría pedir algo de ayuda. No entiendo esa realidad política argentina, sobre todo la que arraiga desde los años 40 hasta la actualidad. Sé de argentinos contentos y felices con cómo va todo (aunque las críticas a consecuencias del accidente ferroviario de ayer arrecian: parece que los trenes no disponen del mantenimiento necesario. Sé de argentinos que dicen que sí, que esa felicidad existe pero en una cierta parte de la sociedad, y como consecuencia de contraer deudas para procurarse bienes. No tengo ni idea de qué es ese peronismo que divide a la sociedad argentina. Perón me suena a populismo y a conservador, pero, insisto, no tengo ni idea. Lo que no me es ajeno es la dictadura, claro. Pero con esos complicados nombres de los partidos de ciertos países (justicialista, revolucionario, institucional), el código binario al que estoy acostumbrado en Europa no se me ajusta. Izquierda, derecha. Extrema o moderada. Socialista, comunista, progresista, conservador. Laico y democristiano. Demócrata o totalitario. Conceptos que tengo asimilados y con los que me cuesta hallar correspondencia.

DISPARADO DESDE AMBOS LADOS

España no podía ser un país de primera si no contaba con unos premios cinematográficos. No podía ser un país de primera si no tenía eso y otras muchas cosas que, a falta de dinero contante y sonante para hacerlas, se hicieron a base de créditos y préstamos que ahora no se sabe cómo devolver. Parques, aeropuertos, autopistas y autovías, líneas de trenes, con sus propias locomotoras y sus propios lujosos vagones que paran en enormes estaciones, porque el plan de viaje así lo estipula, aunque nadie baje o suba. Museos y enormes salas de convenciones donde las únicas personas que conversan y discuten son las empleadas de la limpieza que acuden a impedir que el polvo, ese polvo que en otros sitios cubre y esconde las cosas, allí haga brillar como una moneda de plata en medio del desierto, que cuatrocientas butacas en una sala de convenciones en medio de la nada han servido justo, para eso: para nada.
Pero, dirán,  España no tiene que ser segunda de nadie, mejor, no tiene por qué parecer, aunque lo fuese, segunda de nadie, por mucho que la industria cinematográfica se limite a dos directores de renombre en los últimos treinta años: un constante Almodóvar y un sobrevalorado Amenábar. Los grandes patriotas (los que niegan ser patriotas pero acusan de nacionalistas a los que niegan la unidad nacional) hoy dirán también que y qué, que cual han aportado los franceses, como no sea Luc Besson o Roger Avary, de quienes nadie apenas recuerda nada. Que lo más recordado que ha dado últimamente el cine francés es la felación de Chloe Sevigny al guarro de Vincent Gallo. Pero los franceses siguen ahí, con películas estúpidas para el consumo interno (mejor, sólo ellos las entienden y sólo ellos ríen con esas situaciones), con grandes éxitos que acaparan premios César (y atribuímos César a una búsqueda de una fonética similar a Óscar), ante la indiferencia generalizada del resto del mundo.
Se celebran esos premios Goya, pues, hace unos pocos días. Acude a la entrega el Ministro de Cultura (entre otras cosas, también lo es de deporte, siendo madridista declarado), un tal señor Wert de rimbombante apellido de reminiscencias anglosajonas. Que estoy convencido de que, para evitarse un exceso de esfuerzos, hará lo mejor posible para que la cultura no le dé trabajo: a menos cultura, menos faena. Que al salir de casa para acudir a tal evento, la mujer le habrá deseado suerte, allí, rodeado de cineastas (que son todo maricones, lesbianas, drogadictos y rojos). Deberá encajar sus bromas y sus indirectas (como que se refieran a Sarkozy y Merkel como los que mandan, y no a su adorado Rajoy).
Pasa la Gala, que no veo, y la película premiada, la mejor película según los dignos representantes de la industria, es No habrá paz para los malvados, dirigida por un vasco, Enrique Urbizu, protagonizada por José Coronado. Película correcta, sin más. Ves a Coronado (el inconsciente dice que es como Harvey Keitel en la muy agobiante Bad lieutenant) y piensas lo poco que ha hecho (aunque lo haya hecho bién) para meterse en el personaje (dejarse crecer pelo y barba, coger unos tejanos viejos, quizás dormir poco los días de rodaje o evitar escrupulosamente las sesiones de maquillaje), piensas en el estereotipo tan conocido del profesional que cae en el alcoholismo por las vueltas que da la vida, también en que a cada nueva escena en alguna barra, permite que le pongan menos Coca-Cola en el combinado, antes de apurarlo, casi siempre, prácticamente de un trago. Porque los policías españoles beben en bares de mala muerte, en cafeterías que cierran a las once como muy tarde, donde no suena apenas música. No suenan los Pogues, como suena en el bar que frecuentan los policías en The Wire, como mucho sonarán los Celtas Cortos. Y luego esa trama, efectiva y simple (lo cual es suficientemente ambiguo), cuyo giro final, siendo un vasco quién dirige, es raro que no haya sido más comentado o tergiversado, sobre todo, en la actualidad. Y Helena Miquel, guapilla pero sosa y, a todas luces, demasiado refinada para ser una juez tras los cadáveres de dos narcos y una putilla.
Esta película, junto al sofisticado experimento estético de La piel que habito, es lo más brillante que entrega la escena de una manifestación artística de primer orden, en un país que ronda los 50 millones de habitantes.
Eso y Aída, dirán algunos; que las series de TV también deben contarse ahí.
Lo cual ya es una conclusión por sí sola.


dimecres, 22 de febrer del 2012

LO INCOMODO

Els amics de les arts : les espera la empresa de papá para cuando se harten de la música??
Me siento realmente mal, hace unos días, cuando he de reconocer, frente a un post en johnself.blogspot.com, mi escaso conocimiento, y menor reconocimiento de cierta generación de cantautores en catalán. Los de aquella generación de los 60 y los 70 que protestaban , guitarra en mano, contra el régimen imperante. Que sufrían la censura y tenían que ir a París a dar conciertos multitudinarios. Me invade la sensación de que he perdido una parte importante de la historia musical del país en el que vivo, y que no tengo ninguna explicación coherente que lo justifique. Como mucho, que estaba con los Sex Pistols. O con los Jam.

El hecho es que mi canción favorita de Serrat es Mediterráneo, que es una bossanova (que niegue Serrat que Wave de Jobim no está presente en la mente de quien crea esos arreglos, de quien incorpora esa flauta, de quien mete ese clavicordio). Mediterráneo, como el mar de Sitges del sábado.

El hecho es que mi canción favorita de los Antònia Font es Bambú, que es como una canción de cuna para los fondos abisales, que no es de esta tierra porque es del mar.

El hecho es que mi canción favorita de los Manel es Gent normal, que es una versión de una canción de Pulp, puro brit-pop que se mediterraniza incorporando un ukelele, instrumento hawaiano. Hawaiano, como las localizaciones de la película de Clooney, también, del sábado. 

Parece que el ukelele de marras deja su impronta en ese libro de estilo del nuevo pop catalán. Que es una frontera que separa lo oficial de lo underground. Una excentricidad (aunque se disfrace de recurso estilístico) que algunos encuentran excesiva. Si encuentran excesivo un ukelele qué pueden decir de Pascal Comelade.
Me pasa con la música de mi tierra lo inconfesable: soy un hijoputa crítico que prefiere ignorar lo que se dice en las canciones. Que dáme crack y sexo anal de The future de Leonard Cohen me da lo mismo que Chernobyl, Harrisburg en Radioactivity, versión actualizada de Kraftwerk. Palabras al servicio de un sonido, palabras que tienen que sonar bien en el contexto de la música, y a mí me da igual, casi siempre, qué pretendan decir. Y esa exigencia mía, desnuda las canciones de esos lánguidos cantautores de su significado, y, debajo, sólo me encuentro insulsas guitarras y baterías de mero acompañamiento. Soy un yonki del sonido, chicos, deberíais saberlo a estas alturas. Cruel y desigual es mi juicio, entonces, pues aunque hago lo posible, acabo pensando que un grupo recuerda vagamente a otro que también recordaba, más claramente a un primero, y, como en Contagio, he de encontrar el día 1 y el paciente 0, ver si el original merecía la pena para tanta repercusión (y tanto grupo optando por nombres casuales y tanto estudiante aburrido de carreras humanísticas que eleva a carrera musical cuatro líneas escritas bajo la influencia de una tarde de cerveza y porros). Y para tanto aprovechado corriendo a hacerse mánager y a organizar conciertos y poco menos que a decir que Barcelona ya es Londres y Sabadell es Sheffield. Porque si Sabadell es Sheffield, Manchester sólo puede estar en Castelldefels.


dimarts, 21 de febrer del 2012

ABUELOS EN EL PARQUE

Alguien ha hecho una llamada desde las altas instancias. Que si los franceses son felices riéndose de deportistas y políticos patrios no pasa nada. A encajarlo con elegancia y sin rechistar. Que Sarkozy se ha presentado a la reelección y los ocho puntos de desventaja que le dan las encuestas son plenamente enjugables. Que si al final los socialistas recuperan el poder en Francia ya veremos cómo se lleva la cosa.
Por lo que yo decreto unilateralmente un par de jornadas francesas : aunque sea para revelar mis carencias, que no son otras que tener una argamasa difícilmente discernible en su conjunto, que ampara la Nouvelle Vague, el existencialismo, la guerra de Argel, los cantautores, autores acanallados, artistas pluri o multidisciplinares... Vian, Gainsbourg, Ferré, Moustaki, Sartre, Truffaut, Trintignant, Camus. La segunda jornada de ese par, posiblemente ya ha llegado: en un giro a la Star Wars diré que la segunda jornada estaría en esas fechas en las que leí sobreexcitado El mapa y el territorio y proclamé, lo cual de paso confirmo, que Houellebecq es uno de los tres mejores escritores vivos, sin que ahora mismo vea el motivo de no decir que es el mejor, pues no me vienen a la cabeza quienes podrían ser los otros dos.
Consigo en la biblioteca una flamante edición de El extranjero de Albert Camus, libro por el cual debo sentir curiosidad desde hace unas tres décadas, desde que en un aula de instituto algún profesor de literatura puede que lo describiese, debió describirlo y eso caló en mí, bien como una obra polémica, bien como un hito fundacional de alguna corriente, por la cual otras obras encontrarían camino por el que discurrir. El libro dispone de buenas ilustraciones por parte de un dibujante vasco, que van acompañando el devenir de la acción.
Elijo un momento extraño para leerlo: domingo, nublado, hace frío barcelonés en el parque (ese frío húmedo del que es imposible escapar cuando estás un rato quieto). Mi hijo con sus amigos mitigando el parón liguero, yo en un banco de piedra rodeado de extraños socios itinerantes. Una pareja leyendo, ella la prensa, él un libro que no identifico, también con el sello de la biblioteca del barrio, separados por unos ocho metros (me siento justo entre ellos sin el mínimo indicio de que gente tan lejana no solo física sin espiritualmente pueda tener un hijo en común pero es así: luego ella se acerca y le abraza en una especie de maniobra compensatoria). Más tarde, una mujer de mediana edad que lee un libro de la editorial Libros del asteroide, reconocible por sus portadas. Luego otra que lee El país. Especulo mentalmente si las cinco personas que hemos coincidido somos una muestra real del espectro cultural patrio : todos leyendo, dos periódicos (los dos El país, simpatizante con la izquierda o con lo que vaya usted a saber que es la izquierda en España) y tres libros. Finalmente, quien tomará asiento a mi derecha, a una distancia que no dudo en considerar por debajo de lo formalmente aceptable para respetar el espacio vital es una anciana de unos 80 años, que, sola, observa cómo los niños más pequeños juegan, dirigiéndose a todos ellos con pretendida familiaridad, que las respectivas madres acogen con cierta frialdad. Estos son los tiempos que corren.
La anciana pensará que soy un sociópata: me separo disimuladamente hasta la distancia que considero confortable, y, ensimismado en mi lectura, no le hago gran caso; en apenas una hora ya he superado los dos tercios del libro, y leyendo lo que, gracias a la profusión de ilustraciones, debe parecerle un cómic (un tebeo). No me apetece iniciar una conversación. Quiero terminar el libro.
No es que el libro me parezca para tanto. Al final lo acabo en no más de una hora y media. Camus y El extranjero. Hace treinta años hubiera esperado una experiencia iniciática tras cerrar sus páginas. Una transformación más o menos radical de mi forma de ver la vida. Pero no. En el epílogo de Vargas Llosa, que leo precipitadamente pues tiendo a tener muy presente la extraña opción política que tomó Vargas Llosa, algo se apunta sobre que no es el libro en sí, sino una determinada reseña que escribió Sartre, lo que le encumbró a su condición mítica. Yo estoy ahí, justo en el entorno antagónico al bañador y la piscina de cuando leí El túnel de Sabato. Pero con una sensación parecida. Que los críticos, no los aficionados, los críticos de verdad, los que se fotografían fumando en pipa, delante de estanterías abarrotadas de libros desordenados de todas las condiciones, esos críticos disfrutan buscando los significados ocultos en obras así. El sentido de la vida y de la muerte. Como dice Ronny : soy la vida y la muerte de la grandeza. Pues bien, esos críticos que son conscientes de su repercusión vieron todas esas ramificaciones y esas subtramas, situadas en su época (los primeros años 40, con Francia ocupada por los nazis y Europa en guerra), y las vieron como aquellos que oímos, claramente, demasiada música, esos que detectamos los bajos subsónicos, las frecuencias que apenas flotan en el ambiente y asustan a los animales tanto como nos fascinan a nosotros. Pero yo no debo haber hecho méritos para alcanzar esa naturaleza en lo literario. A mí El extranjero me acaba pareciendo una historia absurda y poco creíble de un individuo al que la apatía derrota, de antemano, todos los días. De alguien que elije entre solo, solitario y aislado, como opciones de existencia. Al que, como mucho, su defensa, legítima, pero ingenua, de su individualidad, de la toma casi involuntaria de decisiones, aboca al azar y a las monedas que muestran el lado equivocado. Y tampoco veo que esté tan bien escrita.

Próxima parada: casi segura: Las correcciones, de Jonathan Franzen.


dilluns, 20 de febrer del 2012

LA PLAYA DE LOS TRES CISNES

Las cuatro y media de la tarde de un sábado de febrero. Tardes que se van alargando conforme nos acercamos a la primavera. Tardes de este Mediterráneo que baña países en situaciones críticas.
Hace justo siete días nadie pensaba, en la primavera. Pisando escarcha helada sobre el césped artificial, en lo único que se podía pensar era en el frío inmisericorde y en el tiempo que faltaba para que el partido terminase. Mi hijo Gerard procuraba no enterarse corriendo arriba y abajo.
Pero, ayer, esa primavera ya se respiraba, porque estábamos en Sitges, era Carnaval, y el día se alargaba y el termómetro alcanzaba los 15 grados. Tres cisnes, tres cisnes blancos, porque toda poesía es poca, estaban en la playa rodeados de gente, de niños y no tan niños, todos observando un respeto mutuo, un respeto de sonrisas obnubiladas porque estamos en una zona donde las aves sólo son noticia cuando son extrañas y están vivas. Para los que me leen desde lejos, Sitges es una pequeña ciudad costera a unos 35 kilómetros de Barcelona. Bonita como pocas, es relativamente famosa por ser un activo punto de encuentro de la comunidad gay.
Su encanto como lugar para vivir, junto a un clima muy benévolo, han motivado también que mucha gente haya acudido a vivir, en su mayoría, por lo elevado de los precios allí, familias de clase media alta y de corte conservador, que no ven con muy buenos ojos la presencia de una comunidad gay tan activa e influyente. Las familias han ocupado las caras urbanizaciones de las afueras, los gays ocupan el casco antiguo. Conviven, pero apenas interactúan.

Tras el fiasco de Sons of anarchy me desoriento: decido ver una película, cosa inusual últimamente. Elijo Los descendientes, cuyas críticas son bastante buenas. Me cae bien George Clooney (a mi esposa le cae mejor), me gustó mucho la única película que vi de su director (Sideways).
Ver películas así le da cierto sentido al cine. Apenas dos horas en las que se cuenta una historia, con su progresión y sus momentos clave. Le quitaría dos minutos de momentos algo lacrimógenos, pero muy buena película, muy buena música. Después de las playas de Sitges, el reportaje encubierto de las islas Hawaii que es la película (como Sideways parecía un reportaje encubierto de los viñedos del estado de California) era un goce para los sentidos. Y la música, emotiva, ininteligible en lenguas autóctonas, las guitarras con esa especie de perezosa melancolía. Espero que algún día se reconozca a George Clooney su condición de gran actor y su capacidad de resultar cómico simplemente por un matiz de su expresión facial. Espero que alguien recuerde en cinco años lo que digo ahora : Shailene Woodley será la próxima Scarlett Johanson o la próxima Natalie Portman, joven actriz de belleza esplendorosa y ojos almendrados, perfecta en su papel de rebelde tardoadolescente cuya rebeldía, progresivamente, se entiende y justifica. Toda una elegía contra las estupideces de la vida occidental (la que aliena y saca de casa al varón en busca de dinero, dando la espalda a pareja e hijos), pocas películas me han gustado tanto y me han mantenido tan atento con tan poca cosa: unas playas, una familia algo desestructurada, y una guitarra punteando las imágenes.


diumenge, 19 de febrer del 2012

MENUDA ANARQUIA

Mi reencuentro con Breaking bad, que celebraría por todo lo alto, me hizo albergar dudas sobre ciertas series que había abandonado a la segunda temporada. 
Una de ellas era Sons of anarchy, que dejé en el invernadero por una especie de season finale excesivamente previsible de la segunda temporada, con el hijo de pocos meses de Jax siendo secuestrado por un miembro de un clan irlandés, bajo la premisa hijo por hijo. Para que luego 6Q diga que machaco en exceso, me sobrepongo al recuerdo agridulce, y empiezo a ver la tercera temporada con la mejor de las actitudes. Es viernes y son cerca de las once de la noche: no tan tarde como para ceder al sueño; veré un capítulo o quizás dos y, si todo tiene el efecto deseado, los trece capítulos de la tercera tenporada serán cuestión de no más de una semana.
La banda de motoristas está en un embarcadero (marca de la casa de Sons of anarchy: todos motoristas, todos hombres, y prácticamente van juntos a todos lados: no saben aquello de repartirse el trabajo para ser más eficaces), en busca del rastro del irlandés y el bebé secuestrado. Aparecen dos afroamericanos de esos, dos de esos closets de dos puertas con cara de malas pulgas y de sacar la pistola por menos de una mala palabra. Los moteros se lanzan en su persecución al ver que huyen. Se meten en el coche, y las motos detrás: persecución a tiros, hasta que llegan a la zona donde los negros se encuentran a su banda. Aparecen por todos lados con escopetas recortadas, con revólveres, con cara de pocas bromas. Debería haber una carnicería, debería haber muertos por doquier. Pero los líderes de ambas bandas se carean y Jax habla del bebé secuestrado. El nigga se ablanda, se enternece con tan sensible historia, y todo queda en nada. De qué poco no se abrazan, cuando minutos antes iban a tiros con los coches, porque hay un bebé de por medio y en el fondo, moteros o niggas, todos son de buen corazón. Escena tan increíble y blanda me hace apagar inmediatemente el reproductor. Salvo espectacular acto de contricción, adiós hijos de la anarquía. Tanta calavera en el logo, tanto fusil con la guadaña, tanto tatuaje y pinta de malotes, y sólo les falta salir en la web de derechoavivir.org.

divendres, 17 de febrer del 2012

DOS HOMBRES Y UN DESTINO

Imposible hablar de ese último capítulo de Breaking bad, que ví ayer, sin intercalar spoilers. Así que, gente, espabilad. Si hay quinta temporada ya hablaremos en su momento. 

Todo se complica: ayer publiqué tres posts, Casciari no acudió a su jueves de gloria habitual y ahí se quedó mi link, en los comentarios finales de un post de una semana. Casciari esperaba agazapado en una esquina y yo salí a dar el primer disparo. Descubrí mi posición.

Y hoy se han juntado comentarios pendientes que debo hacer (para merecer esa fama de generosidad), que acaparan tanta necesidad de tiempo y de talento que, en un mundo justo, significarían necesariamente que este post sea muy corto.

Entonces mi estómago da una patada. O la recibe, ya estaréis familiarizados con esa sensación.

Porque ya he esperado demasiado.

La primera vez que leí Estrella distante fue en 2005 o 2006, cuando José Luis Rodríguez Zapatero era presidente de España.

Entonces mis hijos eran pequeños y a veces iba a comprar comida a un bar llamado La Paninoteca, en la calle Rosselló, al lado del Hospital Clínic. No puedo decir que se comiera muy bien. Iba una vez a la semana, cuando se hacía tarde y no nos apetecía cocinar.

Mientras esperaba mi pedido, a veces me acercaba a una librería, apenas a 30 metros, y husmeaba allí. Compré ese libro y empecé a leerlo de pie, en plena calle, con luz de día (era verano y cenábamos pronto). Siempre recordaré ese momento, y que el libro empezaba hablando de poetas.

No hablaba demasiado. Yo sí. La mayoría de los que íbamos hablábamos mucho: no sólo de poesía, sino de política, de viajes (que por entonces ninguno imaginaba que iban a ser lo que después fueron), de pintura, de arquitectura, de fotografía, de revolución y lucha armada; la lucha armada que nos iba a traer una nueva vida y una nueva época, pero que para la mayoría de nosotros era como un sueño o, más apropiadamente, como la llave que nos abriría la puerta de los sueños, los únicos por los cuales merecía la pena vivir. Y aunque vagamente sabíamos que los sueños a menudo se convierten en pesadillas, eso no nos importaba.                                                                                                                                            

Uno no siempre identifica a la primera los libros que van a marcar su vida. Muchas veces tienes que pasar por la tortura de leer muchos malos libros para darte cuenta de los buenos que echas de menos. Curioso que pase con las personas, también. Mi memoria ya no da para decir en qué escenarios seguiría esa lectura. Pues llevé la comida a casa y había que cenar y, casi seguro, bañar a los niños. Seguramente seguí leyendo en el sofá, porque puede ser que en la terraza hiciera aún algo de fresco.

El bar donde compraba la comida cerró. Nos dijeron que el dueño del local iba a montar una tienda para vender prótesis y esas cosas. Pero al tiempo un bar nuevo se estableció. Jamás he entrado.

Entonces, en aquellas visitas con las Garmendia, la casa le pareció preparada, dispuesta para el ojo de los que llegaban, demasiado vacía, con espacios en donde claramente faltaba algo. En la carta donde me explicó estas cosas (carta escrita muchos años después) Bibiano decía que se había sentido como Mia Farrow en El bebé de Rosemary, cuando va por primera vez, con John Cassavettes, a la casa de sus vecinos. Faltaba algo. En la casa de la película de Polanski lo que faltaba eran los cuadros, descolgados prudentemente para no espantar a Mia y a Cassavettes. En la casa de Ruiz-Tagle lo que faltaba era algo innombrable (o que Bibiano, años después y ya al tanto de la historia o de buena parte de la historia, consideró innombrable, pero presente, tangible), como si el anfitrión hubiera amputado trozos de su vivienda.                                                                                                        

La culpa de mi interés por Bolaño la tenía una crítica, sumamente entusiasta, leída en el número de resumen anual de Rock De Lux. Que usaba esta frase como colofón: Si la literatura es placer, 2666 es el éxtasis. Así que mi pasión por la música tuvo también algo que ver ahí. Llegué a Bolaño porque amantes de la música dejaron que amantes de la literatura (puede que fueran los mismos, pero no me apetece indagar) escribieran en una esquina, y esa esquina relució como una colilla de cigarro en la noche, en medio de la distancia. Esa llamada de atención, que tampoco debo exagerar, no iba acompañada de hadas ni ángeles que llevaban de la mano, me apartó de montones de libros de management que se apilaban en mi mesa. Me llevó de vuelta a la ficción. De la que a veces nunca deberíamos salir. También ocurrió que Estrella distante era una novela de apenas 160 páginas (Lydia sabe siempre la cantidad exacta), y 2666 era un magno esfuerzo que aún no estaba preparado para afrontar.

Pocos días después llegó el golpe militar y la desbandada.                                                             

También recuerdo que por aquella época yo había empezado a trabar amistad con un compañero de trabajo uruguayo. Que quedábamos con las familias en Sitges, que estaba lleno de argentinos, y que, como yo estaba fascinado por Bolaño que era chileno, estaba en una confusión terrible. Que por el hecho de tener acentos parecidos, uruguayos, argentinos y chilenos, debían ser todos como una enorme comunidad hermanada, de esas comunidades en que uno queda en un sitio y cada uno se encarga de preparar uno de los platos. Y un último, una enorme tarta que se comparte. Qué equivocado. Esos tres países sólo han estado unidos en la desgracia de sufrir dictaduras. Ni siquiera sé si las diferencia el grado de crueldad. Pero prefiero no plantear eso en la web de Orsai. Algo me dice que es mejor no sacar el tema.

Tuvo que ser así. Un atardecer, uno de esos atardeceres vigorosos pero al mismo tiempo melancólicos del sur, un auto aparece por el camino de tierra pero las Garmendia no lo escuchan porque están tocando el piano o atareadas en el huerto o acarreando leña en la parte de atrás de la casa junto con la tía y la empleada. Alguien toca a la puerta.                    

Hay libros que te atrapan porque su temática te interesa, los hay que tienen palabras que te hipnotizan, y hay que tenerlo muy claro: bajo los efectos de la hipnosis puedes cometer crímenes atroces, puedes dejar que la sinceridad deje de esconderse tras los arbustos de la corrección y aflore y tome el control. Las pasiones ocultas dejan de serlo (ocultas).
Y no puedes dejar de leer una y otra vez la misma frase, una y otra vez el mismo pasaje.

Y detrás de ellos entra la noche en la casa de las hermanas Garmendia. Y quince minutos después, tal vez diez, cuando se marchan, la noche vuelve a salir, de inmediato, entra la noche, sale la noche, efectiva y veloz.                                                                                                 

Si pudiese decir que el libro irrumpió en mi vida en una época particularmente feliz esa sería una explicación. Pero dos años antes o tres más tarde las cosas eran, casi, lo mismo. Hay que darle a la literatura la importancia que se merece, que es mucha más que el hecho de que un estante repleto sea un estímulo superior a la campana del perro de Pavlov, o de que las mesas de determinadas zonas de las casas que se precian necesitan grandes libros echados de través con títulos en inglés de no más de dos palabras. Hay que aceptar que, igual que la primera canción que oímos o la primera palabra que decimos, los libros que nos impresionan son, en su delgadez y su fragilidad y el deterioro de sus sucesivas lecturas, tablones que nos salvan de la mediocridad.

Todos estaban contentos de estar allí, en la fiesta del piloto poeta; estaban contentos de ser lo que eran y de ser, además, amigos de Carlos Wieder, aunque no lo entendieran del todo, aunque notaran la diferencia que existía entre ellos y él.                                                               

Si una reseña es un homenaje, a veces no tiene sentido seguir leyendo, pues hablamos de filias y de fobias y, en días de carnaval, no hay que quitarse las caretas sino ponérselas. Pero al mirar hacia atrás, al empaquetar las cosas, vi que no tenía sentido seguir olvidándome de ésto. Cuenta saldada, pues.

Nos tomamos un último té y más tarde lo acompañé a la calle. Durante un rato estuvimos esperando a que pasara un taxi, de pie en el bordillo de la acera, sin saber qué decirnos. Nunca me había ocurrido algo semejante, le confesé. No es cierto, dijo Romero muy suavemente, nos han ocurrido cosas peores, piénselo un poco.                                                      



dijous, 16 de febrer del 2012

EL SITIO EQUIVOCADO

Me inscribí en Bananity como uno se puede inscribir en cualquier lista de distribución de millones de tonterías. Ebay, Experteer, Letsbonus. Cualquier cosa. Dije bien claro que me largaría cuando me aburriese. Vaya. Mentira. Me he aburrido tanto que hasta largarme me parece excesivamente excitante para un sitio tan anodino. Dejaré la cuenta ahí, en un rincón, como hice, ni me acuerdo cuanto hace, con la de myspace. Puede que hasta me anime a dar vida a mi cuenta de twitter antes que lo de Bananity. Lo de los nichos de mercado, lo de la inquietud de las personas no dispuestas a moverse menos que la lata de guisantes en conserva que dejas en un rincón de la despensa. Qué pinto yo en un sitio donde he tenido que dar de alta, yo, a estos escritores, pues nadie previamente inscrito (cuando la web llevaba meses funcionando) los había incluido en sus gustos : Javier Cercas (que, aparte de ser un genio ha vendido millones), Rodrigo Fresán, Juan Villoro, Ricardo Piglia y Ryszard Kapuscinski. Y que pasadas unas semanas, de la gran mayoría de ellos yo sigo siendo su único lover. Menudo muestreo de cultura.

El caso es que cuando me dí de alta les envié un pequeño mail, creo que con algo que escribí (no me acuerdo, escribo demasiado, escribo sin tón ni són y así me va), y ahora ganas me dan de enviarles este post en el que les digo que son el pasado, que son una vieja libreta de apuntes de alguna asignatura inaguantable, que queda en el último estante (diría anaquel, que es una vieja pero linda palabra) del armario del trastero. Que es gris hasta para valorar o no tirarla, por eso sobrevive ahí, porque hasta para merecer ir a la basura hay que destacar por algo.

Pero para qué, si me contestarán con esa corrección anodina :

Francesc, lamentamos que bananity.com no responda a las expectativas que te habías planteado. Nuestros programadores trabajan duramente en mejorar nuestros servicios y esperamos que futuras visitas a nuestra web puedan mejorar tu opinión.

Cuando yo esperaría :

Que te dén morcilla, chico, es que tienes unos gustos rarísimos y así no se va a ningún lado. No te echaremos de menos.

En bananity.com, como en el resto de este estado en el que habito, todo se reduce a lo más trascendente, ser de derechas o de izquierdas, ser del Madrid o del Barça, y a lo más nimio: apretar el tubo del dentífrico de manera uniforme o ir empujando la pasta hacia la boca a medida que se vacía.

Hablar de las frases o de las escenas o de las canciones que nos gustan ? (o de sus partes más memorables).

Cualquier otro sitio. Menos ese.

Conocer pirados de todas las calañas (y de algunos países bién lejanos) pero que tienen un poso de profundidad que los hace, a casi todos, unos acursilados sentimentales capaces de soltar lágrimas ante una frase, ante un trazo de un dibujo ?

www.orsai.es


UNA IMAGEN VALE MAS QUE 1.202.830 VOTOS

Aviso : POST LOCAL

Hoy en esta ciudad a orillas del Mar Mediterráneo, como el termómetro ha alcanzado los 12 grados por primera vez en dos semanas, y hace un sol esplendoroso, nos hemos pensado que ya ha empezado la primavera. También por el hecho de que los días se alarguen paulatinamente. Pero, igual que el moho que avisaba Neil Young, el hielo nunca duerme. Uno siempre encuentra imágenes con las que quedarse helado.

CODO CON CODO, ESPALDA CON ESPALDA
Parece ser que Mas tenía pavor a una foto que escenificara bien a las claras su pacto. O puede que temiera que su mujer le recriminase al llegar a casa que se acerque tanto a los morritos de Sánchez-Camacho (seguro que ya la llama Ali y todo). Porque los papeles siempre pueden romperse o quemarse, a no ser que algún capullo te los fotocopie. Pero no, Artur, no tienes que padecer, porque si algún día decides olvidar, o hacer que la gente olvide, que lo hiciste, yo (e imagino que algunos más) estaré aquí para enseñarte la foto y recordártelo.

ME AND WALTER

Él me perdonaría que, descortés que soy, me ponga primero en la frase. 

Si existiera, me refiero, me perdonaría.

Aunque puede que exista alguien parecido en algún lado, sería difícil, pues en eso está la gracia de la ficción, que hubiera alguien en el planeta como Walter White. Lo que mi padre diría que son fantasies de pa sucat amb oli (traduzco : fantasías de tres al cuarto), aquí es justo el punto de libertad que hace  Breaking bad (o que hace que me lo parezca) tan fascinante. Cuarta temporada, de la que me quedan cuatro capítulos de los que pienso dar cuenta antes de que llegue el fin de semana. Y el sábado ya decidiré por dónde tiro a continuación. Temporada aparentemente de transición, donde White y Jesse sufren vaivenes en esa enferma relación maestro-discípulo, jefe-aprendiz que progresa entre traiciones que cuestan vidas, favores que salvan otras vidas, debilidades, y cierto cariño (aquel que dicen que produce el roce). Relación puramente profesional que progresa a una especie de simbiosis anclada en el instinto de supervivencia. Dos enfermos, uno de cáncer, otro de politoxicomanías. Dos escuelas: la universidad y la calle. Vivir en directo una gran serie y disponer del altavoz apropiado para explicar sus bonanzas es un regalo de los dioses. Véis, recibo regalos, no los doy. Aunque me llamen generoso. Poder hablar de como me gustan las desconcertantes primeras escenas, que van atrás minutos o años, que son trailers puros frente a esas intros que me crispan un poco (las de previously on...). Prácticamente no hay relleno en esta serie, incluida una selección musical particularmente acertada. Sé que hay quien me lee y empieza a plantearse verla, o sea, está a punto de caramelo. 
Hank, de la DEA, no sabe que el científico con pseudónimo teutónico (Heisenberg) al que intenta identificar es su cuñado. Parece no tener ni idea cuando, prácticamente inmóvil por las secuelas de un tiroteo, le pide que le ayude en su personal obsesión en acabar encontrándolo. Que lo acompañe a los sitios donde piensa que puede encontrarlo. Hace que Walter se busque a sí mismo, mejor, que busque al alter ego cruel e implacable que se ha desdoblado, casi full-time, de su cuerpo. En una comida familiar Hank habla con admiración del ser al que persigue, de su inteligencia, del talento que podría haber usado para algo mejor que sintetizar metanfetamina de elevada pureza. Walter paladea cada palabra extasiado, y querría prolongar ese momento, seguir oyendo ese cúmulo de alabanzas, y el vino que ha ingerido hace que alargue la conversación, que la estire hasta un punto sospechoso y arriesgado. Apenas cinco minutos que valen más que temporadas enteras de series insustanciales.
Los que están a punto de caramelo, que vayan preparándose. Diría que El día del perro es una influencia  involuntaria, con esas páginas que parece que vayan a soltar polvo del desierto.

Y sobre mí?. Paladeo cada palabra que escribo, y eso ya es un placer inmenso. Soy un jodido egoísta por hacer esto, no lo olvidéis.


dimecres, 15 de febrer del 2012

DIARIO DE DIARIOS

Debe pasarnos a los que usamos Google Chrome: las búsquedas van cuadrando con tus preferencias, de una manera tan sibilina que es aplastante, de una manera tan sutil que es definitiva. Mi costumbre de buscar una imagen de las portadas de los libros que leo y pretendo comentar, me lleva a una página web, www.deborahlibros.com, cuya autora parece llevar una cruzada similar a la mía (a la mía hace unas semanas, puntualizo) en lo que se refiere a deglución de narrativa. De ahí, extraigo la portada del libro.

Pero empecemos por lo convencional.

Llego a Heinrich Böll por recomendación de otro blogger, Tuli en johnself.blogspot.com (capaz de hacer florecer magníficos posts prácticamente del espíritu de una canción : capaz de anticipar meses los más magnos acontecimientos - mírate la crítica de discos en Cultura/s de hoy mismo). Recomienda Billar a las nueve y media, pero conseguir justo ése no es tan sencillo. En la biblioteca disponen de éste otro : El honor perdido de Katharina Blum: apenas 150 páginas, que me van de perlas para mis insanos propósitos pretéritos , aquellos de un libro por día.
Me entero de que Böll fue Premio Nobel de Literatura allá por los 70. Que El honor perdido de Katharina Blum fue considerado y aplaudido como una velada crítica al amarillismo de la prensa, a la intromisión periodística a cualquier precio, en pos de buenas noticias que no sean estropeadas por la realidad. Pero muchas más segundas lecturas de toda índole fueron dadas al libro. Que si el terrorismo, que si el telón de acero. Recuerdo vagamente sobre Alemania en 1974. Olimpiadas en Munich, el atentado contra la representación de Israel. El muro, la Baader Meinhof y, aún reciente, el pasado alemán, como un lastre casi imposible de ser soltado. No sé el motivo por el que todo eso está presente en esta novela disfrazada de fría (con pequeños lapsos de calidez empática) crónica periodística, casi de informe pericial. Katharina Blum es víctima de circunstancias que admiten diversas interpretaciones. El PERIODICO ( medio alemán insistentemente mencionado en mayúsculas a lo largo de toda la narración), elige todas aquellas que más la convierten en un ser abyecto, de moral reprobable y carácter pérfido. Sin presunción de inocencia, sin mostrar más que lo conveniente y ajustado a un perfil duro y siniestro. Esa deflagración de su persona la empuja al acto más inesperado. Algo confuso en su desarrollo (aunque he de decir que siempre se me han resistido los nombres alemanes), asocio el libro a la época descrita, a ese tono gris generalizado del momento, a esa lectura levemente inquietante.

Sigamos con lo casual, o no tan casual.

En la web de deborahlibros vuelvo a encontrarme con la revista Orsai, que la autora reseña, entusiasta, al lado de decenas de libros, en algunos de los cuales (Murakami, Nothomb, McEwan) observo coincidencias de gustos que me resultan gratificantes.
Ya son muchos los ríos que confluyen o afluyen de Orsai, ríos que dejan a su paso experiencias curiosas y excitantes, aunque sean desde la pantalla de un ordenador a miles de kilómetros. Odio la imagen, tan cursi y usada, pero será mejor que hablar de amigos que hallas a tu paso por el camino de la vida. 

Germán, en escribegerman.blogspot.com, escribe curiosas historias argentinas desde Barcelona, sin abusar del lunfardo. Historias levemente acanalladas, como si fuera aún un chiquillo que llega a casa más tarde de lo que los padres le dejan.
Ronny, desde Ecuador, en literalyabsurdo.blogspot.com, habla de sus experiencias e intercala comentarios de una inusual madurez. Puede que sea una idea que he edificado sobre dos únicas columnas raramente sólidas : ha leído a Bolaño y sabe que Adele es una mera cantante prefabricada, como amor sin sexo, un aburrimiento.
Karina,también Argentina, desde 10decorazones.blogspot.com, cronifica sus experiencias de todo tipo, las que tiene y las que tendría.

Es un breve resumen, afectando lo concéntricamente más cercano, de aquello que he encontrado, sin apenas buscar. Si a uno le da por buscar en la blogosfera, Dios, no acabaría nunca.

Mientras los españoles piensan en como impedir que los franceses especulen con los éxitos de los deportistas. Coño, decidle a Sarkozy (muy próximamente ex-presidente, pero aún decidiendo sobre el futuro de millones), que se ha de poner alzas para besar a su esposa. O recordadle que Mick Jagger también estuvo allí.






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