dilluns, 14 de novembre del 2011

ORGULLO Y PREJUICIO

Hoy he contestado varias veces acerca de un dilema, a través de mi cuenta en Facebook (cuenta que me planteo si es útil mantener, pues este blog es realmente lo que me presenta y representa en la red). Un lógico movimiento organizado de contestación acerca del elevado gasto en las administraciones no deja de acometer contra el exceso de los entes autonómicos. Siempre por ahí. Nadie cuestiona la necesidad de un gobierno en Madrid, pero le dan fuerte a las autonomías. Desde movimientos, a priori, abiertos y contestatarios, siempre se arremete contra la descentralización como causa de duplicidades y aumentos de gastos. No me gusta lo que asoma por ahí (un nada disimulado encono en volver a tener un gobierno que sea uno, grande y libre), pero lo pongo en tela de juicio y los contesto. Infeliz estoy con gobierno cercano, no voy a estarlo si ese es lejano. Entonces siempre asoma el sentir independentista, terreno donde uno ya se expone a serios bombardeos, que  son en la red, pero hacen daño. 
Pero ando para mis adentros pensando si todos los que somos independentistas queremos la misma Catalunya y, si esa utopía se materializara, cual sería el escenario el día después. Porque he estado viendo algunos de los programas de Albert Om, que dentro de su consideración de TV comercial me está pareciendo algo ejemplar, y ver ciertos comportamientos, aunque sean los volátiles y condicionados comportamientos de gente en fín de semana y ante las cámaras, me da que pensar.

No quiero la Catalunya de Pau Riba, demacrada y marcada por los delirios galácticos producidos por toda clase de excesos, para acabar siendo un tío excéntrico que hace paellas para los que están tan colgados como él. Que parece feliz, pero que tiene un deje agridulce.
Tampoco la Catalunya engolada y atildada de Santiago Dexeus. Hablando en castellano porque queda fino, justificándolo aún a estas alturas.
La de Carles Rexach ya se acerca algo: talento, calma, en el fondo, una tormenta de sentido común. Cuidado ahí, ya avisé que pasar las cosas por el tamiz del Barça siempre distorsionan mis sensaciones.
Quim Monzó se acerca aún más, con su enorme carga de sarcasmo y crítica. Con esa habitación donde se asoma al mundo a través de la red.
Me sobra de Mikimoto el sentimiento religioso (que me ha chocado como cuando me enteré que Otegi iba a misa en prisión).
Me deja frío lo de Gerard Quintana, pues si nunca he sido mucho de los Stones, como voy a ser de los Sopa de Cabra. La cuestión de la música es clave: Sopa de Cabra no tienen talento, en absoluto.
Pero me deja abrumado lo de los Estopa (nada que comentar de la música de los Estopa, que me deja muy frío) : una Catalunya apropiada (de apropiarse) y canalla, mestiza e impura, imperfecta hasta decir basta, pero coherente. Extrarradio, barriadas cercenadas por autopistas, olor a fritanga, a domingo de vermut en terrazas de bares de mala muerte llenas de coches destartalados que aún funcionan. Entonces pienso en qué sentida es una habanera en la voz de alguien que se apellida Pérez Cruz. Qué sencillez, qué arte y qué naturalidad al lado de las pretensiones y el engolamiento de  pretenciosos artistillas como Nina. Qué sacrilegio y cómo deben rasgarse las vestiduras tantos y tantos que creen que sus apellidos con pedigree les otorgan patente de corso.
Me recuerda elucubraciones que hacíamos cuando, en los 80, los atracos callejeros hacían mella entre los de mi edad... nuestro país será perfecto cuando alguien nos atraque en catalán... y busqué el verbo rajar para ver como se decía en catalán, y era igual, rajar, pero no podía decirse con la j en catalán, parecía de pena : dona´m els quartos o et rajo...


1 comentari:

  1. Nos guste o no, la Catalunya real es la suma de todas esas Catalunyes que expones. Como mucho podemos optar a canalizar entre todos por dónde NO queremos ir, pero me temo que lo de ir en una dirección determinada con un objetivo claro de lo que es bueno o malo y lo que está dentro y fuera, ya solo cabe en modelos en los que presumo que a la larga si se consiguieran, no nos gustaría vivir. Entre otras cosas porque la vida es dinámica y todo cambia. Hasta la validez de esos modelos utópicos.
    Este fin de semana fui, o mejor dicho, me vi metido en una boda en la que no conocía a nadie. Novios con apellidos catalanes. Ambos del barrio de Gracia. Pero que congregaron a gente tremendamente dispar. Y es que tanto el grupito de chicas que probablemente se ganaban la vida bebiendo, fumando y tratando a los señores de tú, la abuelita despistada, los kinkis que daban palmas y berreaban, la pescadera casada con el mecánico en paro, la florista guapa y elegante, el padrino empresario que tampoco conocía a nadie, la enfermera, el impresor, la chica suramericana y en definitiva todos los que estábamos ahí éramos la Catalunya de hoy, y todos vamos al mismo sitio. Sea cual sea. Y cabremos todos, nos guste o no. Así que a votar y a pelearnos con quien no nos deje. Pero más no vamos a hacer. Y lo cierto es que tampoco está tan mal. Pasadas las dos de la madrugada y coreando canciones en inglés, me pareció un Catalunya aceptable.
    Yo votaré al PMJ. ¿Y tú?
    He evitado la palabra tolerante por miedo a morir atropellado tras leer tu post de ayer. Pero cuando miro los sinónimos - comprensivo, transigente, respetuoso, flexible, paciente,.. – me identifico con algunos de ellos. Espero que me sigas dirigiendo la palabra.
    Desde Amposta, bona nit!

    6Q

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