diumenge, 31 d’octubre del 2010

JAPON 1.0

Este post, que van a ser dos,  casi está dedicado a Mademoiselle Burlesque. El casi lo pongo porque obviamente cualquiera va a leerlo y ( espero ) a dir la seva. Pero sé que le gusta lo nipón, porque me lo dijo, puede que ella no se acuerde pero yo sí. Y aunque me lo dijo hace ya cierto tiempo, no creo que haya dejado de gustarle. Lo dedicaría por extensión a esas chicas amantes de los flequillos rectos, pero no puedo discriminar a las mujeres por su peinado, faltaría más.

Leí en algún sitio que, hace unos siglos, todo extranjero que se aventuraba llegar a las islas del archipiélago recibía como regalo de bienvenida el ser ahorcado. Así se las gastaban. Seguramente hoy en día más de un hotel de cierta categoría en Tokyo, en Kobe, en Kyoto o en Osaka, te deja en tu habitación uno de esos bonitos arreglos florales ( ikebana, creo que se llaman ). Entre el ikebana y la horca hay que reconocer que hay unos cuantos grados intermedios de sentido de la hospitalidad. Los hoteles en Japón ( destino de vacaciones absolutamente elitista dada tanto su lejanía como lo caro que es todo allí ) me da la impresión que son todos como el que sale en Lost in translation. Es una película que suscita comentarios. Hay gente que la encuentra aburrida y lenta, y un poco vacía de contenido. No soy de ésos. A mí me gusta mucho, incluso le encuentro referentes estéticos que no he leído ni siquiera en sesudas críticas : su tratamiento de la nocturnidad en la ciudad me recuerda escenas de Blade Runner, y veo otras referencias, por ejemplo, cierto tipo de cine americano ( el de Alan Rudolph ) en las escenas en el bar del hotel. Y luego me encanta ese personaje de Bill Murray. Creo que hay que comprender que en las películas, como en la vida, en la música, en muchas cosas, no todo el rato tienen que estar pasando cosas. Los silencios también cuentan. O nadie disfruta de esos cinco minutos en el sofá ( o en el banco del parque ) mirando a las musarañas.


Sí : yo tambien pienso que es una pena que Scarlett Johansson ande sola por ahí. Por cierto, la música es de Air. Quien no se acuerde que mire en mi post Love is in the air. La fecha ? Buscad, so vagos.

En el distrito megapijo de Shibuya las tiendas de Sony tienen entre sus productos esos curiosos perros-robot que puedes usar de mascota ( si estás lo bastante colgado ). También están todas esas tribus tan propias de Tokyo - las Lolitas colgadas por el manga y el ánime, con sus imposibles combinaciones de ropajes góticos, complementos de Gucci y LV, y todo tipo de gadgets tecnológicos. Desde luego no parece que vayan a ahorcar a los extranjeros que se aventuran por ahí, y lo de aventurarse ya es decir porque la seguridad es absoluta. Supongo que la influencia occidental debe venir un poco del duro correctivo que representó para ese país la derrota ante los EEUU , tras Hiroshima y Nagasaki. El país bajó la cabeza, aceptó, con elegancia y dignidad, su derrota. Los americanos establecieron ahí unas cuantas bases, y a otra cosa mariposa.
Leí Tokyo blues de Haruki Murakami y no me gustó tanto como deducía del entusiasmo crítico. Supongo que una traducción del japonés debe ser difícil a la hora de transmitir cierto sentido poético. Hay mucha angustia adolescente ahí, un halo de decepción y desencanto permanente que gravita sobre las páginas ( y a mí me agobió ), es como El guardián entre el centeno al revelar ese sentimiento, pero al menos en el libro de Salinger la gente acaba viva. De todas maneras daré otra oportunidad al libro.


Una mexicana me dijo que odiaba oir cantar en japonés cuando le puse esta canción. Curioso cóctel.

Cuesta diferenciar japoneses y chinos. Más ahora que hay tantos chinos conviviendo con nosotros ( qué correcto me ha quedado ). Creo que a los lugareños nos parece que los japoneses son tíos muy formados y muy educados que dirigen Nissans, Toyotas, Sonys y Hitachis, que por tanto tienen pasta y gustos caros. Los chinos no los vemos así, los vemos más bién como lobbies turbios que, con extrañas estratagemas en cuyas teorías siempre aparece la palabra mafia,  se cargan las tiendas multiprecio, los bares, las panaderías, y véte a saber que será lo próximo. Japón es tecnología punta y sofisticada, China es baratija y cutrez. A eso no le llamemos racismo, es puro clasismo. Aquí no nos gustan los de fuera, pero si tienen cuartos, las cosas cambian y podríamos hacer una excepción.



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